En la despedida del mes de febrero de 2010 la Naturaleza ha tenido a bien obsequiarnos con varios Desastres Naturales geológicos, como terremotos y maremotos.
También hemos sufrido desastres meteorológicos e hidrológicos como nieve, hielo, lluvia intensa, granizo, tormentas, inundaciones, olas de frío, vientos fuertes, ciclogénesis explosiva o “bomba meteorológica” de graves efectos o “borrasca perfecta”, temporales marítimos con grandes tormentas en el mar y vientos de extraordinaria fuerza, y tampoco han faltado incendios.
En muchas partes del mundo los seres humanos y también otras especies animales hemos sentido el zarpazo de la Naturaleza. Como siempre nos ha sorprendido la mayoría de las veces y nos ha mostrado nuestra gran capacidad de sentirnos indefensos y desorganizados, a pesar de nuestra “experiencia” en soportar estos avatares desde tiempos lejanos y de vivir en el principio del Tercer Milenio, en el que los políticos anuncian que muchas cosas han de cambiar para mejorar la vida de millones de seres.
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Considero que también es hora de que cambie la actitud de hombres y mujeres ante los Desastres Naturales teniendo presente el lema de Naciones Unidas: “Los problemas mundiales requieren planteamientos y soluciones mundiales, así como una eficaz cooperación internacional entre todos los Estados” para poder enfrentarnos juntos a las catástrofes acaecidas. Ante ellas no valen las lamentaciones. Hay que elevar el espíritu, superar el dolor, organizarse, crear sistemas de prevención y cuando se produce el suceso ecológico catastrófico poner en marcha los planes previamente adoptados y actuar diligentemente para salvar vidas y atenuar el dolor generalizado.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial se publicó la Carta de las Naciones Unidas el 26 de junio de 1945, en San Francisco, que creó la ONU. Ante el horror de las bajas sufridas en seis años (1939 – 1945), que ascendieron a 55 millones de muertos, 35 millones de heridos y 3 millones de desaparecidos, en la Carta se dio prioridad a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre y en el mantenimiento de la paz.
Así, el Capítulo VI de la Carta se dedicó al “Arreglo pacífico de controversias” y el VII a la “Acción en caso de amenazas a la paz, al quebrantamiento de la paz o actos de agresión”. A la Justicia se le dio el alto papel que desempeña para la convivencia y el orden de las naciones y los pueblos, y se incluyó en el capítulo XIV el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. Pero los Derechos Humanos tardaron tres años en publicarlos la Asamblea General con el nombre de “Declaración Universal de Derechos Humanos” (10-12-1948).
Tras la Guerra de Corea, en que la Corea comunista del Norte agredió a la del Sur en 1950, tardó tres años en alcanzar la paz una coalición de 21 países dirigida por el general norteamericano
Mac Arthur. Naciones Unidas organizaron tres años después, en 1956, las Fuerzas de Emergencia de Naciones Unidas (FENU), los famosos Cascos Azules que han intervenido en cientos de Operaciones de Mantenimiento de la Paz y de Ayuda Humanitaria, pues no han cesado los conflictos belicosos y agresivos. Han recibido los soldados que han llevado los Cascos y Boinas Azules, el reconocimiento a su esfuerzo y sacrificio, con no pocas bajas, el Premio Nobel de la Paz (1988) y el Premio Príncipe de Asturias (1993), entre otros.
En 1972 Naciones Unidas “descubre” la Ecología y celebran la Conferencia de Estocolmo. 20 años después la de Río (1992), a las que seguirán las de Nueva York (1997), Kyoto (1998), Johannesburgo (2002), Nairobi (2006), Bali (2007) y Copenhague (2009).
Tanto en Haití, uno de los países más pobres del mundo, como en Chile, uno de los más organizados de Iberoamérica, los efectos de los dos seísmos, aunque de distinta intensidad (7,0 grados y 8,8), han sido análogos: derrumbe de edificios a pesar de las medidas antisísmicas chilenas, víctimas enterradas, salvadas con vida tras días de enterramiento, falta de medicinas, agua, alimentos, hospitales de campaña, robos, saqueos y violaciones que han obligado a emplear soldados. Terror ante posibles réplicas con temblores más atenuados.
En esta clase de operaciones como consecuencia de Desastres Naturales, es fundamental el mando único que dirige y coordina las acciones sin interferencias. En Haití no ocurrió así al principio y el general norteamericano
Ken Keen que acudió en ayuda de Haití, afirmó: “Mis hombres no están subordinados a la ONU, formamos una sociedad”.
Si hubieran sido “Cascos o Boinas Verdes” de Naciones Unidas especializados en saber actuar contra todas las “consecuencias derivadas” de cada uno de estos siniestros ecológicos, se hubieran obtenido no pocas ventajas, pues en todos los 192 Estados Miembros de Naciones Unidas, habría existido ya una organización anterior de Cascos Verdes, en la que se integrarían mujeres y hombres, militares y civiles capacitados en : Organización y mando, para evitar los desastrosos efectos de su inexistencia como sucedió en Haití, y en todas las especializaciones (juristas, psicólogos, sociólogos, policía, etc.) que requieren los conflictos ecológicos. En estos casos la “improvisación” no ayuda e incluso puede empeorar la situación.
En diciembre de 1998 el Huracán “Mitch” asoló Centroamérica. En la zona a caballo entre Nicaragua y Honduras se contaron los mayores daños. Escribí en Diario 16 (25-12-98) un artículo titulado “Después del “Mitch”, los puentes”, dando a conocer la ayuda que España prestó con la Unidad Modular de Ingenieros “Salamanca”, para realizar la operación “Apoyo a Centro América”, denominada militarmente como Alfa – Charlie. Solo recordaré la dificultad del transporte de los puentes desde Salamanca y Sevilla, donde se encontraban los Regimientos de Ingenieros y la Agrupación Logística, a la base de Rota para embarcar en el buque de asalto anfibio “Galicia” que llegó al puerto de Cortés en Honduras el 7 de diciembre y continuó al Canal de Panamá para descargar en el Pacífico y proseguir la ruta a El Salvador y Guatemala. Permanecieron seis meses construyendo puentes.
Si ya hubiera existido la organización de los Cascos Verdes de Naciones Unidas que se propone, que deberá contar con el apoyo popular y estar impulsada por un espíritu ecológico, más práctico y rápido para enviar las ayudas, se hubiera ahorrado mucho tiempo, dinero y sufrimiento a las personas afectadas.
Ante esta generalizada situación parece oportuno proponer a Naciones Unidas que estudie la conveniencia de organizar los “Cascos Verdes”, de análoga manera a como existen, con tan buen resultado, los “Cascos Azules”, pero adaptados a las misiones ecológicas que van a cumplir, especialmente la defensa frente a los Desastres Naturales.
*Académico, Politólogo y Ecologista
Ex Rector de la Sociedad de Estudios Internacionales (1975 – 2008)