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Chile roto, Piñera en el poder

Chile roto, Piñera en el poder

martes 16 de marzo de 2010, 04:26h

Chile enfrenta múltiples desafíos luego del terremoto que destruyó las regiones del Bío Bío y Maule el 27 de febrero de 2010. Entre los principales se destacan tres aspectos: a) generar mayor equidad en la distribución de la riqueza, lo cual exige que el nuevo gobierno de Sebastián Piñera preserve importantes políticas sociales implementadas los últimos diez años; b) reconstruir el país con recursos propios y de la cooperación internacional, colocando a Chile en un sitial importante para demostrar que puede recuperarse a pesar de cualquier catástrofe; c) finalmente, el tercer aspecto se relaciona con la posibilidad de reorientar sus capacidades de integración con toda América Latina, haciendo énfasis en la región andina, donde Chile todavía representa un país que prefiere mirar China, Japón y los Países Bajos, antes que su entorno más inmediato en Sudamérica.

Piñera y los valores de la izquierda

La transición de gobierno entre la saliente presidenta Michelle Bachelet y el nuevo jefe del Estado Sebastián Piñera, muestra un giro político decisivo, pues la izquierda chilena abandona el poder luego de 20 años de haber contribuido a la administración estatal, desde que Patricio Aylwin fuera elegido en 1989.

Durante la campaña electoral de diciembre 2009 y enero 2010, la izquierda, sobre todo desde el Partido Socialista, trató de polarizar la opinión pública enfatizando que los negocios y la política constituyen uno de los peores enemigos de Chile. El objetivo era desgastar la figura de Piñera que de acuerdo con la Revista Forbes, está entre los 50 hombres más ricos del mundo. A esto se sumaba la gran popularidad de la presidenta Bachelet que pasó a la historia de manera sobresaliente, al lograr incorporar a Chile dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el club de los países más ricos e industrializados que buscan combinar la economía de mercado con un sistema mundial de democracia representativa.

La buena imagen de Bachelet fue insuficiente para que su candidato, Eduardo Frei, pudiera imponerse en las elecciones. La sociedad chilena eligió a Piñera porque la izquierda en el poder agotó su discurso anti-dictatorial, sin modificar en absoluto el modelo político-empresarial que prevaleció desde el final de la dictadura en 1990. Hoy día, la opinión pública en Chile quiere renovación y entrega una oportunidad a la derecha que, en el fondo, significa la continuación del modelo empresarial y de mercado que la izquierda – aglutinada en la Concertación de Partidos por la Democracia – jamás cuestionó.

Lo paradójico descansa en que Sebastián Piñera, no solamente venció en la primera y segunda vuelta electorales, sino que como empresario identificado con la economía de mercado, tendrá a su cargo la “reconstrucción de un Chile más solidario, justo e igualitario”: valores que imperan como el timón ideológico después del terremoto. Piñera dejó de ser atacado por varios sectores de izquierda, para asumir una agenda social que podría cambiar las prioridades de su partido, Renovación Nacional, identificada normalmente con la derecha de afiliación tradicional, la liberalización económica, el republicanismo y nexos con el pasado del general Augusto Pinochet.

Las campañas de solidaridad que el Estado chileno y el sector privado están ejecutando para superar el desastre habitacional luego del sismo, colocan al gobierno de Piñera en una posición envidiable. El millonario podrá mostrar sus capacidades de liderazgo, sobre la base de un escenario donde predominan los valores de izquierda como la distribución de riqueza y oportunidades para todas las clases sociales, empujando las señales de una política social que debe ir más allá del mercado libre. El Partido Socialista entregó el poder, a pesar de la sólida figura nacional e internacional que cultivó Michelle Bachelet, viéndose obligado a contribuir de manera constructiva, a partir de una situación política donde los imaginarios de izquierda se mantienen en un momento de solidaridad y protección estatal que demandan las regiones Metropolitana de Santiago, Valparaíso, Bío Bío, O’Higgins, Maule y Araucanía.

Las prioridades inmediatas del actual gobierno se afincan en salud, vivienda y educación. La agenda social “Un techo para Chile”, “Chile Solidario” y la campaña “Chile ayuda a Chile”, hubiera sido el escenario de gobierno que la izquierda siempre ambicionó pero que ahora la historia pone en manos del millonario y presidente Sebastián Piñera.

El enfoque internacional

En cuanto a las relaciones internacionales, Chile privilegió su integración comercial con las economías de mercado emergentes y más influyentes, pues sus principales socios de exportación son China donde se dirigen el 14,1% de las exportaciones, los Estados Unidos (11,3%), Japón (10,4%), Corea del Sur (5,7%), los Países Bajos (5,2%), Italia (4,4%), y Brasil (5,9%), el único país de Sudamérica con quien tiene fuertes orientaciones estratégicas en materia económica y política.

A esto se suma que la opinión pública chilena tiene una visión más cosmopolita de las relaciones internacionales, pues según una encuesta realizada por el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Chile y el Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica entre octubre y noviembre de 2008, la gente considera que los objetivos de política exterior deberían priorizar la protección del medio ambiente, la atracción de inversión extranjera, la defensa de las fronteras terrestres y marítimas, así como el combate al narcotráfico y el crimen organizado; sin embargo, está claro que Chile prefiere postergar el multilateralismo abierto y la integración regional, para favorecer los acuerdos bilaterales directos, patrocinando específicamente los tratados de libre comercio que le permitan obtener ventajas directas en cuanto a inversiones y exportaciones. El área andina no es una prioridad urgente para Chile.

Perú y Bolivia continúan siendo percibidos por los chilenos como una amenaza y países considerados rivales. La agenda internacional de Sebastián Piñera cambiará muy poco, pues el problema de las fronteras marítimas se mantendrá en los marcos de un tratamiento discreto con Perú, y el histórico conflicto con Bolivia dependerá, como siempre, del incierto largo plazo en cuanto a una salida soberana al Pacífico, así como persistirá una relación desigual en sus componentes militares y estratégicos.

Las buenas relaciones personales entre Michelle Bachelet y Evo Morales, probablemente jugaron un papel superficial, puesto que el fiel de la balanza con equidad no existe. Chile, más allá del importante cambio de gobierno con un líder de derecha en el poder, mantiene un fuerte sentimiento nacionalista en los sectores más conservadores que se resisten a flexibilizar las negociaciones marítimas con Bolivia. Por lo tanto, el pragmatismo y sentido de oportunidad podrían anunciar diferentes escenarios entre Piñera y los intereses bolivianos.

Lo que está claro es la continuidad de la política exterior, pues Chile apuesta por el modelo de globalización económica y los tratados de libre comercio, aspectos donde sobresalen únicamente las grandes economías de Brasil y Estados Unidos. Chile todavía carece de aspiraciones latinoamericanas.

Franco Gamboa Rocabado
Sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, y del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile, franco.gamboa@aya.yale.edu

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