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Ausencia clamorosa

Ausencia clamorosa

martes 16 de marzo de 2010, 12:09h

A diferencia de Camilo J. Cela, Miguel Delibes nunca fue cortesano. Nunca cultivó la Corte. En el fondo, su vivir a caballo entre Valladolid y Sedano fue un elogio perenne de la vida de aldea. "Beatus ille". Ocupado como estaba en forjar la más exacta forma de escribir en castellano, concedía escaso relieve a las pompas mundanas en las que, a la postre, se resuelven los actos oficiales. Espuma de los días y feria de vanidades.


Pero, aún así, por su capacidad de crear y recrear mundos y vidas literarias, Miguel Delibes, devino en símbolo. Un testimonio de altísimo valor de la mejor literatura. Era, como digo, un símbolo. Por eso, en el día de su muerte, se ha echado de menos la presencia en Valladolid de algún miembro de la Familia Real.

Alguien -el Rey, la Reina, los príncipes, las infantas- debería haber asistido al entierro para, en nombre de todos los españoles, decir adiós al gran hombre que se nos fue. Delibes que era un caballero tan irónico como afable no le habría dado la menor importancia a tan clamorosa ausencia. Lo que no quiere decir que no haya sido un fallo. Tan clamoroso como injustificable.

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