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Bolonia y sus problemas

Bolonia y sus problemas

martes 16 de marzo de 2010, 17:57h
En el año 1999, hace más de una década, la mayor parte de los países europeos, hoy son 46, se comprometieron a una reforma universitaria regional que consistiría en adoptar un sistema común de educación superior que entraría en vigencia en el plazo de 10 años, válido para todos los signatarios de ese compromiso o acuerdo, con los fines de obtener una mayor movilidad estudiantil de estudiantes, profesores e investigadores en el espacio europeo definido por el acuerdo; el reconocimiento fluido de estudios y de títulos y grados entre las diferentes universidades de cada uno de los países firmantes, un mayor acceso laboral y, por supuesto, que los estudiantes aprendiesen "más y mejor", como suele decirse. Ello implicaba entre otras cosas algo que también se oye mucho en América Latina: menos clases magistrales, más participación de los alumnos, convertidos ahora en el centro del proceso de educación

Todo este compromiso es lo que se llamó Acuerdo de Bolonia, Plan Bolonia o, simplemente, Bolonia, como se dice, a veces muy ásperamente, en el mundo universitario español.

Porque el cumplimiento del Acuerdo de Bolonia en la universidad española está trayendo problemas y resistencias pese a la innegable bondad de los objetivos de dicho Acuerdo.

Puede ser discutible si los problemas provienen del acuerdo o de su implementación en el caso d España. Los resultados, sin embargo, sean por la razón que sean, afectarán a este ambicioso proyecto encaminado a poner fin al caos de titulaciones, duraciones y ofertas de carreras y, sobre todo, a la dureza impenetrable de la universidad napoleónica, estructurada en facultades, verdaderos feudos impenetrables a la circulación de los saberes.

Los problemas son de implementación más que de conceptos y de objetivos básicos. El primero es financiero, según el Informe de la Asociación Europea de Universidades: la puesta en ejecución del Plan no implica costos extras. Pero la realidad es otra. Disminuir clases presenciales para sustituirlas por grupales con un menor número de alumnos y más horas de dedicación implica, entre otras cosas, aumentar profesores y tener más aulas. Precisamente, en el peor momento financiero del país y de las universidades españolas, muchas de ellas, sobrecargadas con una nómina abundante de docentes, producto del crecimiento holgado de los años anteriores a la crisis.

Hay algo más que complica evidentemente: el mayor trabajo para profesores pero también para estudiantes que, pese a las quejas de las minorías responsables, prefieren los manuales e incluso los apuntes de clase a tener que enfrentarse con textos. Se requiere un estudiante "con vocación de estudiante".

Sin un conocimiento adecuado del estado de la cuestión de un saber o de una disciplina, es bien difícil que el estudio de casos sirva para algo.

Este año, España debería ejecutar completamente el Real Decreto de 2007 relativo a la implementación del Acuerdo Bolonia. El problema no es que no lo haga, sino que consiga la transformación de la universidad como plantea.

alandazu@hoy.com.ec
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