Discuto, quizá demasiado acaloradamente, con una querida compañera en una tertulia radiofónica: ella dice que “la prensa de izquierdas” da un trato muy diferente al “presunto delincuente
Garzón” y al “presunto delincuente
Luis Bárcenas”. Siempre discrepo de la querida compañera, pero pocas veces más que ahora. Discrepo tanto en el lenguaje como sobre el fondo: hablar de “prensa de izquierdas y de derechas” es, cuando menos, una simplificación, en la que no quiero entrar aquí y ahora. Comparar, en la misma tacada, a los “presuntos delincuentes” Baltasar Garzón y Luis Bárcenas me parece tremendo: nada tiene el uno que ver con el otro, nada el caso del juez, a quien dos asociaciones a las que se vincula con la ultraderecha acusan de prevaricador, con el del ex tesorero del Partido Popular, a quien las investigaciones judiciales y policiales vinculan con una corrupción a gran
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escala, valiéndose de su cargo en la principal formación de la oposición.
Lejos de mí la tentación de exculpar a Garzón, cuyas instrucciones son siempre demasiado polémicas, aunque yo, personalmente, no crea que haya incurrido en delito de prevaricación. Lejos de mí romper la presunción de inocencia del recién dimitido Bárcenas, el molesto testigo de la sexta planta del ‘cuartel general’ de la calle Génova, aunque esté, él solito, enterrado en los miles de folios del ‘sumario Gürtel’. Digo, simplemente, que los casos son distintos y distantes, y que mezclarlos, aludiendo, además, a cómo los tratan respectivamente, los de ‘izquierdas y los ‘de derechas’’, es, cuando menos, falaz y peligroso. Porque ¿es la izquierda, en su conjunto, defensora de Garzón y la derecha de Bárcenas? Está claro que no; son dos casos que polarizan la atención de los españoles y dos asuntos sobre los que se vierte mucha gasolina mediática, lo que siempre deriva en la posibilidad de un gran fuego.
Sobre todo, si empezamos a mezclar a las dos españas, la de la derecha y la izquierda, la partidaria de la memoria histórica y la que no, en este potaje judicial en el que nos hallamos enfangados –y no por culpa de los jueces precisamente--, estaremos cayendo en la peor dialéctica: esa verborrea guerracivilista, tan incivil. Precisamente ahora que, con la ignorancia de algunos alcaldes y diputados que confunden a
Alfonso XIII con
Franco y el águila del escudo de
Isabel y
Fernando con las enseñas de la dictadura, parecía que la guerra civil se estaba olvidando...
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