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Polonia en Castellana, 46

lunes 03 de mayo de 2010, 10:44h

Organizado por el Instituto Polaco de Cultura, se celebró en la sede madrileña de la Representación de la Comisión Europea, domiciliada en el paseo de la Castellana, 46, un recital de la espléndida poesía de Joraslaw Mikolajewski. Presentó a este poeta su traductor al castellano   Abel A. Murcia Soriano, actual director del Instituto Cervantes de Cracovia (Polonia). Siento un gran afecto por Abel A. Murcia, autor de Kilómetro 43, un excelente libro de poemas prologado por Justo Navarro y publicado por Bartleby Editores. Abel A. Murcia comienza diciendo que conoció a Joraslaw Mikolajewski en la facultad de filología de la Universidad de Varsovia, cuando los dos eran allí profesores. Y después dice que no es crítico literario, algo de lo que se alegra.  Comparto muchas opiniones con Abel A. Murcia, pero no puedo compartir su alegría por no ser crítico. ¿Quién no quisiera ser, por ejemplo, un crítico tan maravilloso como William Hazzlit cuyos Ensayos sobre el arte y la literatura, publicados por Espasa, adquirí recientemente, saldados, en la librería Books Center de la madrileña calle Luchana, a dos pasos de la Glorieta de Bilbao?

Jaroslaw Mikolajewski comienza diciendo que aprendió a escribir poesía traduciendo poesía.  Tradujo, en los años ochenta, a Sandro Penna y a Leopardi, un poeta que no se publicaba en Polonia desde 1945. Recientemente ha empezado a traducir la Divina Comedia, de Dante.

Abel A. Murcia lee sus traducciones de los poemas La colchoneta, El valle y Ataúd de papel, de Mikolajewski, que el  Instituto Polaco de Cultura ha editado, en edición bilingüe (polaco – castellano). En el mismo y bello folleto leemos tres poemas de Kapuscinski, en traducción al castellano de Abel A. Murcia, y al italiano en traducción de Mikolajewski. La colchoneta, El valle y Ataúd de papel, de Mikolajewski,  son tres poemas como tres copas de pino de la selva del Irati. La poesía de Mikolajewski habla de temas familiares. En consecuencia, tendría mucho éxito en Navarra, donde, en los días de la dictadura, y a diferencia de las restantes regiones de España donde se hablaba de los tres pilares del Estado - familia, municipio y sindicato -, en la  Navarra foral, se decía, adelantándose a Mikolajewski,  que los tres pilares del Estado eran la familia, la familia y la familia.

En un momento del recital sentí una emoción que tenía que tener su origen en algo todavía más sublime que la poesía, que la familia o que la miel de la Alcarria.  Tuve la intuición de mirar el reloj y comprobé que, en ese momento, comenzaba el Barça – Inter. Ante la llamada de la selva del Camp Nou, el estadio del Barça – y también al instante percibí que no podría vencer la tentación -, con profunda vergüenza, pero sin vacilación, me levanté de mi asiento y salí de la sala para ir a ver el partido. Me perdí, pues, una parte del recital y el vino que ofrecía a los asistentes – la mayoría de ellos, polacos – el Instituto Polaco de Cultura. En consecuencia, con dolor, no me despedí ni de Abel A. Murcia ni de Jaroslaw MIkojalewski. Llegué al partido en el minuto 25 del primer tiempo, o sea, tres minutos antes de la expulsión del interista Motta. De la poesía italiana del 0-0, que eliminó al Barça, no procede ya hablar tras la victoria del Barça por 1-4 en el castellonense Villarreal, que ya disfrutan los barcelonistas  hasta en Varsovia.  

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