Universidad, institución perversa
jueves 13 de mayo de 2010, 21:54h
"Se va abriendo campo la idea de considerar a la universidad no como una esperanza, sino como una desilusión, no como un bien, sino como un peligro y, así, cuantos querían que, en vez de abrir las puertas de este templo, las cerremos".
Quien escribe estas líneas no es un contemporáneo, funcionario del Gobierno o asambleísta empeñado en hacer una revolución en la universidad, sino nada menos que el Dr. Francisco Pérez Borja, en un texto publicado en octubre de 1914. Nada nuevo hay bajo el sol. Lo recoge Hernán Malo en su ensayo Universidad, institución perversa, que expresa el segundo de sus grandes conceptos sobre la misma y que fue publicado por primera vez en 1981.
Pero lo que diferencia al Dr. Pérez Borja de los transformadores radicales de hoy, que quieren empezar desde cero y entregar el poder de la academia a instancias ajenas a la misma, es la conclusión a la que llega: "
Pero nosotros, los que pertenecemos a esta institución tan desdeñada, tenemos que salir en su defensa". Algo que han olvidado incluso algunos académicos que confunden salir en defensa de la universidad con defensa de intereses gremialistas y que no entienden que el futuro de la universidad -la calidad académica por ejemplo, si es que es admisible pensarlo en esos términos- pasa por su relación dialéctica con su pasado, que no puede ser satanizado.
Con su formulación de la universidad como institución perversa, Malo mostraba un hecho y una condición. El hecho: la universidad, desde el comienzo, ha sido fruto de ataques por su "deficiencia cuasi apocalíptica". Fue precisamente una de las preocupaciones del Dr. Alfredo Pérez Guerrero, La universidad ultrajada, que hay que contrastar con su conocida frase de la relación universidad-país para entender su pensamiento.
¿Por qué la universidad atrae esta condena de "perversa"? Para Malo, por su condición crítica. Pero crítica implica autonomía, como salta del análisis de sus textos sobre la universidad. Y autonomía significa no depender de instancias ajenas a la universidad, como hemos dicho arriba, como el Estado ni, peor, el Gobierno ni tampoco de los poderes del mercado.
Por cierto, esta lucha por la autonomía de la universidad frente al mercado no tiene nada que ver en los países desarrollados con las entelequias que se hacen algunos en el país que creen ingenuamente que se reduce a controlar cobro de aranceles y pago de docentes. Es el tema de la inversión en investigación por parte de los grandes consorcios financieros mundiales que determina qué proyecto es válido y no es válido y cuyos resultados pueden ir a la industria bélica.
La reflexión de Malo es fundamental hoy, en que uno de los grandes supuestos del que parte la nueva Ley de Educación Superior es el mal estado de la universidad ecuatoriana, su falta de respuesta a las demandas sociales y la necesidad de refundar a la institución.
No es un problema nuevo, por más que hiera al narcisismo ingenuo de algunos jóvenes. Y su solución, entregar a la universidad al destino de los Gobiernos de turno, peor todavía.
alandazu@hoy.com.ec