jueves 03 de junio de 2010, 12:46h
Ese error colosal que supone haber demonizado la energía nuclear y haber aprobado una moratoria –culpa de Felipe González, el de los que rectifican cuando ya no hay remedio o el que critica a “los necios que rectifican cada día”- es una de las razones de que España tenga una crisis económica más fuerte que el resto de los países europeos. No sólo eso, pero eso ayuda. Sólo podía empeorar la situación si llegaba al poder alguien para el que la economía es un arma ideológica o la ideología un arma económica, social y cultural.
España tenía hace treinta años una industria nuclear pionera, tecnológicamente potente y capaz de exportar su conocimiento a medio mundo. Se lo cargaron todo bajo los miedos sin fundamento, los ecologismos de salón y los progresismos de feria. Hoy importamos energía de Francia –una potencia nuclear- tenemos los mismos riegos que cualquier país supernuclear, pero cerramos centrales y aumentamos el coste de la crisis. El Consejo de Seguridad Nuclear acaba de hacer público un estudio realizado en 1.000 municipios situados en un radio de 30 kilómetros de cada central nuclear española y a más de ocho millones de personas ,presuntas “víctimas” de esa cercanía. El estudio demuestra que las centrales nucleares no suponen un riesgo para la salud de los ciudadanos. “No se ha detectado un incremento de la mortalidad por cáncer asociado al funcionamiento de las instalaciones”, dice el informe que reitera “la ausencia de evidencias de riesgo para la salud de las personas por la actividad normal de las instalaciones” y concluye que “las dosis de radiación artificial acumulada son muy reducidas y están muy por debajo de los niveles que podrían afectar a la salud de las personas”.
Otro tanto se podría decir de los supuestos riesgos de las antenas de telefonía móvil que han movido protestas y manifestaciones, sin ningún dato científico. Seguimos siendo un país inculto y con miedo al progreso, pero, sobre todo, seguimos siendo un país manipulable, vulnerable, acientífico.
¿Rectificará el actual Gobierno su decisión inamovible de cerrar Garoña y, posteriormente, todas y cada una de las centrales nucleares? ¿Tiraremos a la basura una inversión rentable, productiva y eficaz para ser dependientes del gas, del petróleo o del carbón, producidos por otros, mucho más contaminantes, más caros y que causan más catástrofes? Nuestra economía no puede levantarse sin una energía accesible, segura, cercana, propia. La respuesta estaba en la energía nuclear y, por una vez, lo habíamos hecho bien. Pero vino el gobernante González y de un plumazo nos hizo retroceder décadas. El PP del soberbio Aznar no se atrevió a cambiar el rumbo –miedo al voto del miedo- y Zapatero remató la faena, otra más. Rectificar es de sabios; hacerlo a diario, de necios; hacerlo cuando ya el daño es irreversible, ¿qué calificativo merece? Hay que tener principios y no renunciar a ellos, pero cuando la ideología se convierte en “ciencia”, la inteligencia es suplantada por la estupidez.