¿Podemos recuperar Malvinas?
lunes 14 de junio de 2010, 17:12h
"La negativa británica a restablecer el diálogo bilateral contrasta abiertamente con la posición negociadora de mi país y colisiona de lleno, no sólo con las reiteradas resoluciones de las Naciones Unidas y de la OEA , sino también con pronunciamientos en diversos foros internacionales". Con estas palabras el Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Jorge Taiana, hacía referencia a la actitud inglesa, durante la reunión de Cancilleres de las naciones integrantes de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Lima (Perú) a principios de Junio.
Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner vienen sosteniendo la necesidad de superar dos antecedentes negativos del reclamo argentino sobre las Islas Malvinas; El primero de ellos fue la guerra, donde una dictadura para tratar de compensar su falta de credibilidad y su desgaste político, generó un conflicto bélico, cuyas consecuencias en los planos sociales, institucionales e internacionales aún perduran, y en segundo lugar, la política de “relaciones carnales” implementada por el Canciller Guido Di Tella, durante la presidencia de Carlos Menem de sumisión total a la estrategia de dominación norteamericana; y que significó además, facilitarle al Reino Unido la explotación de nuestras reservas petroleras en el Mar Argentino, aledaño a las islas.
Fueron tan patéticas estas acciones que en algún momento se enviaron de regalo los famosos “muñequitos” a los kelpers, como si eso si fuera quebrar la voluntad imperial o modificara el status operativo, que significaba la consolidación de la base militar inglesa en las islas.
El gobierno argentino está haciendo mucho más que reclamar la devolución de nuestro territorio insular; está trabajando para recuperarlo. No es lo mismo el natural pedido que se hizo históricamente, a que se tenga una estrategia para que efectivamente, de nuevo, sea parte nuestra.
El apoyo “por aclamación” de la cumbre peruana, reconoce los antecedentes del cónclave de Cancún donde los países anglo parlantes de América sumaron por primera vez su solidaridad a la postura argentina; en el planteo de Cristina Kirchner durante el encuentro de América Latina y Europa en mayo pasado en Madrid, en la Declaración Final de la segunda Cumbre de Países de América del Sur y países árabes (ASPA) o en la de Países Sudamericanos y África.
Esta estrategia diplomática y de búsqueda de consensos, seguramente ha tenido que ver con el giro de la postura norteamericana que de apoyo tácito a la actitud británica desde siempre y al aporte de logística durante la guerra, ha pasado a la solicitud – vía Hillary Clinton (jefa de la diplomacia estadounidense) - de que ambos países “dialoguen en una misma mesa”.
A estas acciones, se suma la firma por parte de nuestra presidenta del decreto 256 que exige autorización especial a los barcos que naveguen por aguas argentinas, luego de que empresas británicas iniciaran operaciones de explotación petrolera en aguas cercanas a las Islas Malvinas.
Resulta, por lo tanto, increíble que en el siglo XXI persista un enclave colonial a 13.000 km . del país que lo sostiene y que esta situación date de 1833.
Es cierto también, que luego de décadas de reclamos casi inconsistentes, aparece nítidamente una política de Estado con respecto a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y que ella se está construyendo conjuntamente con la región, con los pueblos hermanos de nuestra América y en el marco de las resoluciones de las Naciones Unidas.
Seamos consecuentes con este camino y se podrá concretar, más temprano que tarde, que las Malvinas estén integradas definitivamente a nuestro territorio.
Por el Embajador Oscar Laborde, Representante Especial para la Integración y la Participación Social de la Cancillería Argentina