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Sindicatos underground

Sindicatos underground

jueves 01 de julio de 2010, 13:18h
Dos testimonios bien diferentes, pero complementarios, sobre la huelga salvaje de los empleados del Metro madrileño que parece empieza a remitir con la reinstauración de los servicios mínimos. Uno, escuchado en la radio: ¿qué pensarían esos trabajadores del Metro si en un hospital en el que esté ingresado un familiar de ellos mismos los trabajadores sanitarios se negaran a realizar servicios mínimos? El segundo testimonio se escucha en cualquier ambiente: lo único que han conseguido es que las personas que cuidan a los ricos lleguen, atribuladas y sudorosas, unas horas más tarde a su trabajo.

   En resumidas cuentas, una huelga, cuyo derecho a realizarla es plenamente democrático, convertida en actividad underground, subterránea, por unos sindicatos que lo único que consiguen es que los ricos se queden sin servicio durante unas horas y que la inmensa mayoría de la clase media madrileña sufra ansiedad y atascos varios.

   En los dos últimos años, marcados por la crisis económica cuyo banderazo de salida lo dio la caía de Lehman Brothers, el banco de inversión estadounidense, hemos tenido ocasión de ver la actuación de los sindicatos en España. Despistados, al principio, como todos, no estuvieron lejos del Gobierno en las primeras medidas que tardó en tomar pero que iban en la dirección única de preservar el Estado de Bienestar que tanto tiempo se había tardado en conseguir. Hasta que... el mismo Gobierno que había tardado tanto en darse cuenta de la crítica situación a la que habíamos llegado fue obligado por instancias superiores a tomar medidas drásticas que condujeron al famoso ya decretazo. Ahí los sindicatos dijeron basta y en un alarde de fuerza convocaron una huelga general... para tres meses después.

   En los dos primeros de mayo desde esa jornada negra de septiembre de 2008, los representantes de los trabajadores han inundado con su marea de banderas las calles del país, pero nunca han convocado una manifestación específica a favor de los parados. Una actitud que yo al menos no entiendo, supongo que otra mucha gente tampoco, toda vez que superamos ya la cifra de los 4,5 millones de ciudadanos mucho más desguarnecidos y desfavorecidos que los que tienen trabajo.

   Visto lo visto, da la sensación de que los sindicatos están dispuestos a volver a las catacumbas, al subsuelo más oscuro, cuando apoyan una huelga salvaje como la que acabamos de soportar los ciudadanos de la capital de España. ¿Es el aperitivo de esa huelga del 29 de septiembre? ¿Tenemos que prepararnos el conjunto de ciudadanos a una serie de movilizaciones perfectamente sincronizadas que confluyan en ese miércoles de otoño creando caos tras caos? ¿De verdad que no se equivocan en la estrategia?

   Por lo pronto, el cambio de rumbo que tomaron ayer esos trabajadores del Metro acordando la huelga indefinida aunque con servicios mínimos como marca la ley, nos induce a pensar que se han dado cuenta que se han equivocado, que el daño que hacen a la sociedad en conjunto repercute sobre todo en los más humildes y que esa gran parte de ciudadanos que cuidan de los ancianos, de los niños de las casas más pudientes, son los que sufren de verdad este tipo de huelgas, amén de millones de trabajadores que se esfuerzan por mantener su puesto de trabajo en medio de una crisis feroz que crea angustia con sólo pensarlo.

   En definitiva, si los sindicatos se empecinan en ese desvarío underground, nunca saldremos de las catacumbas y peligrará aún más la salida de la crisis.
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