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la prensa, esencial para fiscalizar el derrame del Golfo

la prensa, esencial para fiscalizar el derrame del Golfo

miércoles 14 de julio de 2010, 00:18h
Entre las reputaciones legendarias de la sociedad estadounidense está el respeto a la libertad de prensa y de expresión.

La historia de Lucía Duncan y John Fiege, sin embargo, parecería contradecir aquella certeza.

Ellos viven y trabajan en Austin, Texas. Y como muchos jóvenes productores independientes de cine y video, han llegado al estado de Louisiana en busca de historias sobre la catástrofe producida por el derrame petrolero en el golfo de México.

Lucía y John piensan en grande: todo lo que están grabando y filmando es apenas una parte del documental que aspiran a producir en un lapso de dos años.

“La investigación para realizar un filme de contenidos responsables es larga y compleja”, refiere Lucía Duncan.

Fiege, con la mirada en la lente de su cámara, explica que, además, a partir de lo primero que puedan mostrar tendrán que buscar financiamiento.

Él espera que su proyecto consiga fondos también porque junto con Duncan esperan vivir dos años dedicados totalmente a la creación de su documental.

Sin dinero, simplemente, no será posible hacerlo. Ella sabe que si no se esfuerzan al máximo no será posible conseguir ese dinero.

Delgada, de cabello negro, cortísimo, Duncan es expresiva, de sonrisa fácil, locuaz. Mientras recibe instrucciones de su compañero para acercar el micrófono “boom” o “camello” a un aborigen que da testimonio de los problemas de su comunidad, la documentalista cuenta que trabaja más de 10 años en televisión independiente.

Confiesa que su principal preocupación es que la competencia será muy dura, pues habrá muchos otros documentalistas que también buscarán fuentes de financiamiento para hacer documentales sobre el derrame. Y ahí ganará quien haga la mejor propuesta.

Fiege filma todo lo que ve. Hace entrevistas, recaba documentos, conversa con todas las fuentes posibles, pone atención a cada versión y dato que escucha.

Y como quiere captarlo todo, en el camino entre Grand Isle y Nueva Orleans, donde se encuentran las gigantescas refinerías de crudo, detiene su auto, toma la cámara y filma la fachada de una de aquellas plantas. En especial aquella en la que junto a su puerta principal se alza una enorme cartelera que dice: “Nosotros nunca hemos hecho daño”.

Cuando apaga la cámara se encuentra con dos policías que con el patrullero han bloqueado el auto. Ellos le recuerdan que está prohibido hacer tomas de las refinerías y le exigen borrar, ese momento, todas las imágenes que acaba de captar. La alternativa es preocupante: si no lo hace, tendrá que acompañarlos a la comisaría.

Duncan gesticula, con cierta resignación. “Acá también existen esas cosas”, dice ella susurrando a quienes nos acercamos para saber qué ha pasado y cómo podríamos ayudar. Ella ha trabajado en Brasil, Perú y Bolivia en proyectos similares.

Y en esos países ha encontrado enormes obstáculos de las autoridades públicas y privadas para hacer trabajos de este tipo. “Es obvio, ¿no?”, expresa en voz alta cuando los policías se han ido tras verificar que el periodista ha borrado las imágenes de la fachada de la refinería.

“¿Por qué es obvio?”, le preguntamos. “Porque a los poderes nunca les interesa que los pongas en evidencia”, responde Lucía mientras ayuda a su colega a guardar los equipos en la cajuela de su automóvil Toyota.

“Y entonces, ¿te resignas’?”, pregunta María, miembro de la organización ambientalista Rainforest Action Network.

“No”, dice la realizadora con su sonrisa fresca. “La experiencia me ha enseñado que, en periodismo, cuando te bloquean la información hay que decir lo mismo, pero de otra forma”.

Lucía Duncan y John Fiege no están solos.

Cada mañana, los principales noticiarios de televisión del país y la región abren sus informativos con lo último del derrame. La catástrofe es el tema central de la estación CNN y de importantes periódicos como The New York Times, The Washington Post, Los Angeles Times y el local The Times Picayune, el más representativo de Louisiana.

 Tampoco ha faltado uno de los medios de mayor reputación en los temas de la naturaleza y el ambiente: National Geographic. Este medio impreso, televisivo y digital mantiene un equipo de reporteros en diversos puntos del golfo y emite información permanente para todo el mundo.

“El presidente (de los Estados Unidos) Barack Obama respeta mucho a la prensa”, asegura Nicole Santacruz , una joven periodista de Los Angeles Times.

Afirma que si el Gobierno declaró “catástrofe nacional” al derrame fue porque la prensa se ha mantenido alerta. Y tiene razón.

Los medios, en este caso, expresan el sentimiento de millones de afectados que reclaman la rendición de cuentas del Régimen y de la compañía British Petroleum.

Rosina Philippe, una pescadora de la tribu Atakapa-Ishak, ubicada en Gran Bayou ( sur de Louisiana), dice que la prensa ha jugado un papel trascendental en la crisis. “Los medios no se van, el Gobierno se siente presionado, la BP tiene que ofrecer soluciones y la gente se mantiene alerta”, asegura.

Cuando ve periodistas que se acercan para conversar con ella, Philippe saluda con una sonrisa. Y cuando se despide es optimista: “Ánimo, suerte”, dice. “Hay mucho por trabajar”.
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