Los vampiros del paro

En su balance de fin de curso el presidente del Gobierno ha anunciado que el Consejo de Ministros del 20 de agosto prorrogará otros seis meses la prestación de 426 euros a los parados de larga duración que han agotado todas las la coberturas por desempleo. Supone un gran sacrificio en este tiempo de recortes para cuadrar los 'deberes' del déficit público, pero hay que hacerlo. Garantizar a todos los ciudadanos la cobertura de al menos las necesidades más básicas parece elemental en un Estado no ya de Bienestar como es el nuestro sino medio civilizado. Ésta es, claro, la cara de la moneda. La cruz, que por increíble que les pueda parecer a los millones de parados que se desesperan en nuestro país por trabajar en lo que sea y no encuentran nada, está demostrado que el encadenamiento de prestaciones y subsidios de paro desincentiva en muchos casos la búsqueda de empleo.

   Eso no se debe consentir. Prevenir los abusos de quienes vampirizan el esfuerzo y los impuestos de los que se matan a trabajar, es tan de justicia como no desamparar a ninguna de las víctimas de la crisis. Los hay, una plaga como la del IVA sin factura, todos conocemos o tenemos noticia de alguien así: listos y listas que prefieren el subsidio a trabajar porque lo que aportan al núcleo familiar es un segundo sueldo que 'apenas da para pagar a la canguro o a la asistenta', los que ante la perspectiva de un salario sólo algo mayor que el subsidio prefieren chupar del bote a "currárselo"... Solidaridad, la que haga falta, ahora, abusos, sólo los que sea imposible evitar.

   El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho (que, por cierto, es un fijo en la quiniela de salir del gobierno en la remodelación para conformar las candidaturas de las próximas convocatorias electorales que prepara el presidente Zapatero) ha dado, en mi opinión, en el clavo al decir que el parado que rechace una oferta de trabajo tras otra deberían perder el derecho a la prestación por desempleo. La contraparte, hay que añadir, es que la oferta sea lo más adecuada posible a la formación y a la cualificación profesional del solicitante, y para eso los servicios públicos de empleo tienen que emplearse a fondo y personalizar más el trato y el seguimiento de cada desempleado. Sindicatos y trabajadores deberían ser, en mi opinión, los principales interesados en desenmascarar y apartar del erario público a los vampiros del paro, en esto yo creo que hay que darle el ciento por ciento de la razón al ministro.Andrés Aberasturi