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La Generalitat y el triunfo de la estupidez

La Generalitat y el triunfo de la estupidez

sábado 21 de agosto de 2010, 19:22h

La idiotez se abre camino como una forma cotidiana en la comunicación política que termina por contaminarnos a todos aunque sólo sea que tenemos que replicar sus efectos. He leído que un consejero de la Generalitat -cuyo nombre no pasará a la historia de los más listos- a determinado que la defensora del Pueblo en funciones no las puede ejercer para interponer un recurso de inconstitucionalidad sobre la ley de inmigración que impone el catalán como primera lengua a los que lleguen del extranjero a arraigarse en esa comunidad. Mientras los hijos del president Montilla cursan sus estudios en un colegio alemán con dos horas de enseñanza en catalán a la semana, la falta de coherencia continúa en una carrera que ha comenzado con el rechazo a la legitimidad del Tribunal Constitucional, la promoción de la desafección a España y a sus instituciones y que continuará después el previsible batacazo electoral del PSC en las próximas elecciones generales.

   Pero para completar este cúmulo de despropósitos, el consejero de la Generalitat al que no quiero nombrar y al que el president no ha desautorizado, a tildado por tres veces de "falangista" a Enrique Múgica Herzog, ex defensor del pueblo.

   Como la estupidez es hermana de la ignorancia, habrá que recordar que Enrique Múgica Herzog estuvo preso en el año 1.956 por sus actividades clandestinas en contra de la dictadura. Habrá que recordar también que como miembro de la dirección del PSOE renovado en el Congreso de Suresnes fue una pieza fundamental de los organismos de oposición al franquismo. Su hermano Fernando Múgica, activo militante del PSOE en Euskadi fue asesinado por ETA precisamente por su condición de socialista. Y él tiene que soportar que le llamen "falangista" y que nadie de la dirección del PSOE o del gobierno de la Generalitat salga en su defensa.

   Si dejamos que la imbecilidad se hermane con la calumnia nos espera el peor de los futuros en una España, Cataluña incluida, en la que parece que uno de los requisitos para hacer carrera política de altura, en determinados puestos, es ser un tarado profundo, ignorante de la historia y sicario de la desinformación.

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