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Yo, mi circunstancia y mis principios

Yo, mi circunstancia y mis principios

sábado 11 de septiembre de 2010, 14:12h
Quienes esperaban -y eran muchos- ver a un Rodríguez Zapatero hundido, o cuando menos alicaído y triste como la princesa de Rubén Darío, se equivocaron.

   Quienes esperaban ver a un Presidente de Gobierno farragoso, espeso, huidizo, tratando de escaparse por las esquinas de la entrevista que le hicieron magistralmente los cuatro periodistas de la cadena SER, se equivocaron también. Porque Rodríguez Zapatero, Presidente del Gobierno, respondió de manera inusualmente concisa y  clara a casi todas las preguntas que le hicieron Angels  Barceló, Gemma Nierga, Monserrat Domínguez y Carles Francino.

Y es que, no cabe duda de que Zapatero ha adquirido tablas en el transcurso de estos años. Dio muestras de ello en el último debate sobre el Estado de la Nación. Por eso, ante las preguntas atinadas y nada obsequiosas de los periodistas, se mostró fundamentalmente,  conciso y práctico. No es que se crezca ante las dificultades, es que definitivamente, se ha arrojado en brazos de un "de perdidos al río" que le permite hablar sin los tientos, las prevenciones y los circunloquios a que nos tenía tan acostumbrados. Solo le faltó contundencia en las respuestas y ese punto de ilusión que siempre trataba de imprimir a sus alocuciones; y es que la contundencia y la ilusión requieren  de una credibilidad que Zapatero tiene ya agotada. Y el lo sabe.

   Por eso, por que lo sabe, renuncia a sus deseos - nos dice que no renuncia a sus principios- y, de una vez por todas, se rinde a la evidencia de que uno es uno y sus circunstancias -que diría Ortega y Gasset-. Y así, se instala en la que es su última afirmación: este Gobierno no improvisa, no rectifica por que sí; este Gobierno cambia sus medidas en la medida en que las circunstancias cambian. El problema es que lo ha hecho todo muy tarde, a rastras, no queriéndolo hacer pero haciéndolo. Con lo que se ha ido dejando en el camino,  decisión tras decisión, para amigos y enemigos, su credibilidad hecha jirones.

   Al final de la entrevista se le hicieron al Presidente diversas preguntas sobre la tan traídas y llevadas primarias madrileñas. Es extraño que Zapatero no viniese mejor preparado para responderlas,  porque si se le vio huidizo e inconcreto en este tema. Un asunto en el que podría salirle el tiro por la culata. Porque la consecuencia lógica de la teoría aplicada al "asunto Gómez" es que las encuestas son fundamentales a la hora de elegir al candidato y, en ese aspecto,  Zapatero no es, ni muchísimo menos, lo que se dice un campeón. Por eso se le repreguntó sobre si el mismo era el mejor candidato o había otros mejores. Tiempo al tiempo, vino a decirnos, eso hoy no toca. Y en la laxitud de la respuesta alguien podría adivinar un cierto aroma a despedida.
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