Parados, liberados y jetas

Se veía venir. Hasta ahora se habían centrado en el lenguaje, en los eufemismos lingüísticos. Se habían propuesto modernizarnos a los españolesy, para ello, decidieron que había que cambiarle el nombre a todo. Los negros de toda la vida dejaron de llamarse negros para ser apelados como subsaharianos, los maricones fueron denominados gays, los arrejuntados, parejas sentimentales, la organización terrorista asesina ETA fue la banda armada de Euskadi, la guerra de Afganistán un conflicto armado y los parados comenzaron a llamarse desempleados. Para rizar el rizo aún más, y como lo de desempleados tampoco sonaba lo bien que ellos querían, llegaron a llamarlos perceptores del subsidio de desempleo y, en un nuevo salto mortal del presidente Zapatero, resulta que ahora los parados, que suman ya cerca de cinco millones, son algo así como trabajadores en ocio forzoso, pero trabajadores al fin y al cabo. Ya lo han visto, los que están apuntados a cursos de formación, según Zapatero, no están en paro. Pues yo añadiría más, también deberían formar parte de las listas del paro los millones de estudiantes universitarios que irán directos a ellas nada más acabar la carrera. Como no saben como acabar con la sangría del paro, como el asunto se le ha ido de las manos, lo único que les queda es cambiarle el nombre a los parados. Y se pongan como se pongan, digan lo que digan los negros seguirán siendo negros, los maricones maricones, los etarras unos terroristas asesinos y los parados, pues eso, parados.

Hace unos meses, en un acto celebrado en Sevilla, la presentación del libro de Fernando Jáuregui "El Zapaterato", estaba presente una conocida dirigente del PSOE andaluz quien mostró su entusiasmo porque durante todo el acto nadie habló de la crisis. Me confesaba que estaba harta de que la crisis fuese siempre el centro de toda tertulia y que ella estaba dispuesta a no volver a tocar este asunto. Naturalmente, la susosdicha no estaba ni mucho menos en paro sino todo lo contrario, pertenecía a la Ejecutiva del PSOE-A, había sido senadora y formaba parte de varias tertulias radiofónicas y televisivas a cargo de la cuota femenina del partido. No me extraña que rechazara de plano hablar sobre la crisis, sobre todo si no podía defender de ninguna forma la política del Ejecutivo de Zapatero sin quedar en evidencia.

La cuestión es que lo de la crisis no es sólo un problema para los socialistas o para el Gobierno de Zapatero, sino también para los sindicatos que se están viendo cogidos entre la espada y la pared. Lo que tanto temían, el asunto de las subvenciones públicas que los mantienen y el de los liberados sindicales han salido a la luz dos semanas antes de la programada huelga general y puede acarrearles serias dificultades. Los cinco millones de parados no acaban de entender cómo hay decenas de miles de sindicalistas, miembros de los comités de empresa, que no la doblan y siguen cobrando, que tienen excelentes prerrogativas laborales como la de no poder ser despedidos o serlo con indemnizaciones millonarias, mientras el resto de currantes, a los que ellos dicen defender, están de patitas en la calle por cuatro céntimos.

En esta tesitura, la crisis está dejando en evidencia varios especímenes surgidos de la misma. En primer lugar los parados, la inmensa mayoría de las víctimas de la recesión, que intentan subsistir como buenamente pueden para sacar adelante a la familia; después están los liberados, toda una nueva casta que dormitaba en las empresas al albur de los sindicatos y cuyo paripé acaba de salir a la luz, y por último, los jetas que son quienes, aprovechando la crisis y la ineptitud del Gobierno, están haciendo el agosto en empresas para sacar un mayor provecho en sus bolsillos. Si a ellos unimos a los políticos, que reunen lo de la jeta y la poca vergüenza, tenemos un radiografía completa de la sociedad española de comienzos de este siglo XXI. Es lo que hay. Bueno, pues pese a todo, la huelga general será un éxito de un sólo día, que el Gobierno acabará paasándose por la entrepierna. Ya lo verán.