En una Semana Económica organizada por el Grupo Mundo de Sebastián Auger en la Costa Brava, el prestigioso economista norteamericano John K. Galbraith vaticinó una amalgama entre el capitalismo y el comunismo. Ya la tenemos. La libre iniciativa deja en manos del funcionariado estatal la solución de sus problemas, a la vez que acepta un control cada vez más estricto de la actividad económica. Y esto genera crisis. Galbraith recibió por dos veces la medalla presidencial de la Libertad, una en 1946 de manos de Truman y otra de Clinton en el 2000. Coincide con sus tesis Richard Florida, profesor de Economía Creativa en la Universidad de Toronto y una autoridad en competitividad económica, tendencias demográficas e innovación tecnológica. Dice: "El crecimiento económico se da en ciudades tolerantes, diversas y abiertas a la creatividad, porque son lugares donde las personas creativas de todo tipo -artistas, bohemios- quieren vivir (...) La creatividad es el nuevo motor del crecimiento económico." Y no hay creatividad sin libertad. El excesivo control estatal, la carga burocrática, los impuestos elevados expulsan a las personas creativas y empobrecen el país. El dinero para el creativo no es tan importante como tener un trabajo estimulante, buenas relaciones, libertad de expresión y entorno natural, cosa que los urbanistas arboricidas olvidan.
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