El Presidente ya no es esa mayoría contundente y arrolladora que solía ser
El Presidente logró retener la mayoría simple del Parlamento. Un logro modesto si consideramos que venía ayudado por los cambios en la ley electoral y en los circuitos, hechos recientemente a su medida. Esto le permitió obtener más de 60% de los diputados a la AN con menos del 50% de los votos nacionales. En la práctica, Chávez fue a la elección con un hándicap total (entre legislaciones viejas y nuevas) de más de 30 curules frente a su adversario, para el mismo número de votos. Aún así, estos resultados lo retan.
Por una parte, sus adversarios lograron romper la mayoría calificada de la AN (66,6% de los asientos) lo que teóricamente obligará a la bancada oficial a negociar algunos elementos fundamentales para la revolución, como por ejemplo, la aprobación de leyes orgánicas y el nombramiento de los poderes públicos como el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía, el Consejo Nacional Electoral, así como las comisiones del Parlamento.
Por otro lado, quizás el más importante, los resultados de esta elección en término de votos totales, indican que el Presidente ya no es esa mayoría contundente y arrolladora que solía ser. Arriesgándose políticamente, convirtió la elección parlamentaria en casi un plebiscito. La publicidad, a lo largo de todo el país, mostraba sólo su foto y no a quienes aspiraban a los puestos en la Asamblea. Le dieron a un evento, que debió ser regional, rango de elección presidencial, el cual, por cierto, quieren quitarle ahora cuando obtienen resultados adversos. Así las cosas, la evaluación de esta elección no puede quedarse mirando sólo la distribución de diputados obtenida con ayuda del sesgo legal. Tiene que verse a la luz de la fuerza de los votos totales que recibieron los grupos políticos en pugna. Es ahí donde se mide la real potencia electoral de los dos bandos y resulta que estos mostraron un país dividido en dos partes, prácticamente iguales, que no pueden ignorase la una a la otra.
Este resultado no es aislado. Forma parte de una tendencia negativa de la popularidad del Presidente, que viene cayendo desde el año 2007 hasta ahora, acumulando una contracción de cerca de 30 puntos porcentuales.
Pero es importante resaltar que esto no significa que Chávez esté destruido políticamente. Mantener cerca de la mitad del país, luego de 11 años en el poder, es sin duda una muestra de fortaleza inédita en el país. Si la oposición tiene el derecho de sentirse fuerte representando la mitad del país, no puede pretender que Chávez sea débil con la otra mitad. Sin embargo, la tendencia reciente y el resultado puntual de este domingo desmitificaron el líder invencible y mostraron a uno de carne y hueso, afectado por el desgaste del tiempo y su ineficiencia de gestión, lo que le deja vulnerable frente a las elecciones presidenciales del 2012.
Algunos proyectarán esa curva negativa de popularidad de manera lineal y pronosticarán su derrota segura. Yo prefiero analizar las posibles acciones que tomará la revolución para protegerse, primero zafándose de las restricciones legislativas, usando los cuatro meses que restan a la AN actual para blindarse de las decisiones de la próxima y, segundo, su acción para reconectar masas en el período que resta hasta las próximas presidenciales. Ahí está la gran incertidumbre: ¿veremos un Chávez pragmático que intentará moderarse para rescatar el equilibrio y evitar el costo político y económico de su acción radical o, todo lo contrario, presenciaremos la radicalización total de la revolución bolivariana, antes de que el tiempo haga más difícil su avance?
No puedo responder esa pregunta, lo cual es normal. Pero lo interesante es que parece que en este momento el presidente Chávez... tampoco puede hacerlo.
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