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La fiesta de todos

La fiesta de todos

miércoles 13 de octubre de 2010, 08:10h
    Con una rebaja de efectivos militares en el desfile (la dichosa crisis no perdona), con un grupo de personas  (habituales en estos casos) que gritaban “Zapatero, dimisión”, y con la ausencia de la bandera de Venezuela y de la representación de el país de Hugo Chávez, ayer en Madrid se celebró la fiesta nacional, el Día de España, antes Día de la Hispanidad, y mucho antes Día de la Raza…

     Madrid, rompeolas de todas las Españas, a donde llegó José Montilla, una presencia inusual en este acto, y en vísperas electorales, mientras sus socios de gobierno catalán se enredaban en la monserga de que el 12 de octubre “no hay nada que celebrar” y que es una fecha “que evoca un genocidio”. Faltaron algunos presidentes autonómicos, en esta jornada que debería ser de “obligada presencia” y de “cumplimiento inevitable” para los representantes de la plural España, incluido Patxi López, tan lúcido y con tan buen olfato en otros asuntos, pero ausente en Madrid tanto ayer como en el 12 de octubre del pasado año.

    Tengo el deber de aportar, como testigo, algunas notas personales de la recepción de ayer en el Palacio Real, donde pude conversar con Su Majestad el Rey, que está en plena forma; con los Príncipes de Asturias, con quienes nos volveremos a encontrar en Oviedo el próximo día 22, en la entrega de los premios de su Fundación; con el presidente del Gobierno, mi paisano Rodríguez Zapatero, que no arroja la toalla en el proyecto del AVE hasta Ponferrada, al margen de los toros astifinos que le toca lidiar y que ya le han producido más de un costurón en sus propias filas; con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, a quien las encuestas le son favorables y hasta le entusiasman en su camino hacia La Moncloa; y en fin, con Rodrigo Rato, que lo fue todo en la economía nacional y mundial, y que ahora se siente en forma física y mental gracias, entre otras actividades, al golf.

     Fueron muchas más conversaciones y muchos más encuentros en la recepción del Palacio Real, y mi sensación es que, sin hacer concesiones a las liturgias cortesanas, vivimos en un país que atraviesa una situación complicada, muy dolorosa para muchos, y que todos debemos arrimar el hombro. Y que aún con todos los defectos, merece la pena ser español y salir adelante, hacia la luz y hacia el futuro, como los mineros chilenos del pozo San José.



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