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Los freakies de Manolo

Los freakies de Manolo

miércoles 13 de octubre de 2010, 20:57h
No parece que los freakies de “Manolo”, la cabra de la legión –que encima es un carnero- vayan a ser demasiado partidarios de cualquier presidente socialista, lo haga como lo haga. Como tampoco resulta demasiado aventurado pensar que una gran mayoría de los que enrojecen las palmas de sus manos de tanto aplaudir y de gritar ¡Viva la Guardia Civil! estén muy por labor de que un civil, y encima elegido en las urnas, mande a sus idolatradas Fuerzas Armadas. Y unos y otros, los de la cabra –aunque les importe un pimiento que sea un trasvesti- y los adoradores del tricornio y las gorras de plato siempre han pensado que cuando asisten a un  desfile militar están en su ambiente y los demás, del Rey y la familia real abajo, son unos intrusos.  Son los permanentes usurpadores de la bandera, de la que sienten propietarios. Y saben perfectamente que nadie tiene derecho  a disputarles ni a compartir con ellos  el espacio en el paseo de la Castellana o  la calle en la que se celebre la parada militar. Porque quienes pudieran hacerles callar no van a estos festejos, son fieles hijos de George Brassens, el de la “Mala reputación”, autor de aquellos versos que en España cantaba Paco Ibáñez : “Cuando la fiesta militar/ yo me quedo en la cama igual/ que la música militar/ nunca me supo levantar”. De ahí que los alborotadores de todos los desfiles se sientan con todo el derecho del mundo a repartir ¡vivas! fervorosos a los uniformados y ¡fueras! y peticiones de dimisión a la autoridad no militar, por supuesto. Y año tras año, con más o menos bulla, la montan.

Sucede además que se alimentan del morbo mediático y de la mala baba de la oposición. Varios días antes del desfile ya se hacían acertijos en los medios de comunicación sobre los decibelios que iban a alcanzar los pitidos a José Luis Rodríguez Zapatero. Y en el Partido Popular  les entraba la risa floja pensando en la bronca que le iban a montar al presidente, una forma de amenizar, pensaban muchos, “el coñazo del desfile” que es como calificó la parada militar hace años Mariano Rajoy ante unos micrófonos que creía apagados. Los ultras salen a la superficie todos los años en ocasiones como ésta, se adueñan de la bandera, los símbolos patrios, las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, y, ponen a los pies de la cabra de la legión a cualquier presidente demócrata que se precie: se lo hicieron a Adolfo Suárez y a Felipe González antes y ahora disfrutan ante un devaluado Zapatero. Al único presidente que le perdonaron fue curiosamente a José María Aznar, quizás porque, en cierto modo, le considerarían uno de los suyos.

Carme Chacón quiere ahora hablar con todos los partidos para que un protocolo comúnmente asumido libre del escarnio público a Zapatero en el desfile del próximo 12 de octubre y quizás a los próximos presidentes del Gobierno en las fiestas nacionales venideras. (Más aún si un milagro hace que sigan siendo de izquierdas). Sin duda es una misión imposible. Para estos ultras y para los muchos miles de personas que los jalean para debilitar al PSOE, Zapatero es un chollo, un muñeco de pim-pam-pum ideal para soltarle todas las bofetadas. Al presidente le van a perseguir  en cada acto público, cuya celebración conozcan de antemano, hasta que deje la Moncloa como si fueran del cobrador del frac.

Pero el problema es más hondo que el natural malestar provocado en las filas socialistas y en los despachos de Moncloa. Con mejor o peor intención Carme Chacón se propone ni más ni menos acabar con una lamentable tradición nacional: la apropiación indebida por parte de una minoría ultra de los símbolos nacionales y los actos militares. Estos impostores creen que los heredaron legítimamente de Franco. Lo malo es que los demócratas y todos los partidos políticos no hemos hecho nada para recuperarlos. No está en nuestra cultura, qué le vamos a hacer.
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