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Escritos en libertad: Arrebato para esquilmar

Escritos en libertad: Arrebato para esquilmar

martes 19 de octubre de 2010, 19:39h
Ya sabemos algo concreto: la muerte anunciada de las cuencas sumará 24 años de agonía. El símil de la muerte no se me ha ocurrido a mí sólo. También al empresario del carbón Lamelas Viloria, aunque por motivos bien diferentes. Viloria, seguidor discreto pero entusiasta al rebufo de las prácticas chantajistas de Victorino Alonso, ha dicho que las empresas están en las últimas, pese al decreto que tanto sudor ha costado arrancar de Bruselas y Madrid a los mineros andarines de la segunda “marcha negra”. Ha sido gráfico: “Las empresas están asfixiadas, pero parece que no quieren reconocer al muerto hasta que no huela”.

Realmente todo esto huele muy mal. Y lo más lamentable es que hemos asistido a 20 años de agonía, a los que Almunia suma cuatro de prórroga, sin que hayamos sido capaces de crear vida alternativa en las zonas mineras.

En el año 1991, la Unión Europea puso en marcha el llamado Plan Rechar, acrónimo francés que significaba reconversión del carbón, en medio de la habitual trifulca política que lejos de clarificar ensombrece cuanto toca. Los países miembros de la Unión Europea de los quince cerraron en su totalidad las minas, excepto Alemania y España, que fueron instadas a acometer reformas profundas con grandes cantidades de fondos públicos. El anuncio estaba hecho, la decisión tomada y aquellas ayudas tenían un doble objetivo, cerrar las minas sin traumas sociales y, en paralelo, crear un tejido industrial alternativo en las cuencas. 

Así llevamos veinte años. Los fondos económicos apenas se han utilizado para crear el empleo alternativo prometido. Algunos han creado empresas “gratis total”, en ocasiones poco o nada viables, y otra parte del dinero se ha empleado en hacer piscinas, frontones o asfaltar calles sin viviendas en los pueblos  y hacer aceras de granito en medio del campo. Eso sí, a precio de oro en muchos casos. El objetivo fundamental, crear empleo, se ha escamoteado.

Ahora se anuncia que esta vez va en serio,  porque tan sólo quedan cuatro años de ayudas públicas a las minas, y eso después de una revuelta social y del apoyo personal, personalísimo en su soledad, de Zapatero ante la Unión Europea.

Todo hace pensar que este ya es el último plazo, y nuestras cuencas aún en pañales… Con jubilados de oro, sí, pero sin futuro para las próximas generaciones. Y esto parece que va en serio porque el comisario Almunia ya ha dicho que el carbón está jugando los minutos de descuento y porque el Partido Popular, con el gobierno de Galicia como punta de lanza, está en contra de las ayudas al carbón, y porque de igual forma las compañías eléctricas más importantes, Iberdrola, Endesa y Gas Natural, han presentado esta semana demandas judiciales ante la Comisión Europea para que se anule el decreto que prorroga y permite las ayudas a las minas leonesas.

Con esta perspectiva, el adelantado Victorino Alonso ya ha marcado el camino. Cuatro años de tensión permanente. Ahora presenta un ERE que afecta a más de medio millar de trabajadores. El motivo podía ser cualquiera. En este caso concreto pide mayor urgencia en la aplicación del decreto aprobado porque no puede pagar el combustible de las máquinas y camiones que arrancan y transportan el carbón. Después será otra cosa. Los mineros utilizados como arma arrojadiza.

Tampoco hay que culpar sólo a los empresarios. La suerte está echada. Es evidente que nadie va a invertir ya ni un euro, y ningún banco lo va a conceder en crédito, con una perspectiva tan corta. Con cuatro años a la vista nadie hablará de inversión. Todos pensarán en coger lo que cada uno pueda para ponerlo a buen recaudo. 

El horizonte de cuatro años provocará también una carrera por sacar únicamente el carbón más rentable, una especie de esquilmación de los yacimientos. No habrá dinero para la inversión ni tampoco, más grave, para mantener el nivel obligado de seguridad en las minas.

Ahora sí, llegan los lobos y en lugar de proteger al rebaño, los de siempre se aprestan para huir también con alguna oveja entre los dientes. Pagarán los de siempre.

Fernando Aller. Periodista.
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