Personas ejemplares

    En el pasado fin de semana tuve la oportunidad de encontrarme, en dos actos distintos, con el seleccionador nacional de fútbol, Vicente del Bosque. La primera fue el viernes, en el teatro Campoamor de Oviedo, donde “La Roja” recibió el premio Príncipe de Asturias de los Deportes y donde Del Bosque pronunció un discurso de agradecimiento en que destacó valores como el esfuerzo, el sacrificio, el talento, la disciplina, la solidaridad y la modestia.  Y, al lado de algunos futbolistas de la selección, Vicente del Bosque invitó a acompañar a los galardonados al ex seleccionador Luís Aragonés, en un gesto que subrayaba la continuidad de una labor y la eficacia del trabajo en equipo.

    Un día después, anteayer, sábado, tuve el honor de compartir de nuevo una reunión con Vicente del Bosque, en esta ocasión en Aranjuez, y de entregarle la “antena de oro” que le concedió la Federación Española de Radio y Televisión. Y allí, al lado del seleccionador, estaba su esposa, Trinidad, y allí pude comprobar la gran compenetración y la gran humanidad de esta pareja de personas equilibradas y conscientes, y la gran influencia y el gran apoyo y el gran cariño que se profesan. Y por mucho que quien aparezca en los medios de comunicación o el que recibe los premios es el seleccionador, sus éxitos no se entienden sin el papel inteligente y tenaz de su esposa, de Trinidad, que está en todos los detalles y que le lleva la agenda de cada gesta y de cada gesto. Alguien dijo que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, y alguien añadió con ironía: “una gran mujer sorprendida”. No es éste el caso: Trinidad y Vicente son dos grandes seres humanos, dos personas distintas y un solo amor verdadero hacia sus hijos, hacia toda su familia, hacia sus muchos amigos.

    Por lo demás, en ese mismo acto de Aranjuez se reconocieron los méritos profesionales de muchos compañeros distinguidos con las “antenas de oro”. Y quiero tener un especial reconocimiento para quienes, al lado de los famosos o los populares de las emisiones nacionales de la radio o la televisión, realizan su labor en ámbitos provinciales o regionales más limitados y de menor relumbrón social. Tal es el caso de Sonia Linares, del equipo de esta cadena de emisoras, de Punto Radio, en Ponferrada, en El Bierzo, y siempre en la brecha de la información, de la opinión, de la radio como servicio público de calidez y de cercanía. Sonia, hija del inolvidable Ignacio Linares, que se nos fue hace unos años, y de Yolanda, también profesional de las ondas como sus otras dos hijas. Sonia, que baja a la mina, a setecientos metros bajo tierra, a contarnos la peripecia de un encierro y a darles voz a los mineros que quieren llevar a la calle su protesta. Sonia, símbolo de esos miles de locutores y de informadores que, en las desconexiones locales o en los programas regionales, elaboran, con el rumor de lo cotidiano, con la espuma de los días, la magia de la radio, y que son capaces de transformar un pequeño acontecimiento en una solución: desde la demanda de una nueva escuela o la mejora de un hospital hasta la denuncia de la ineptitud o la corrupción de tal o cual personaje público con el que, horas después, se encuentran en la calle y les niega el saludo. Cuánto heroísmo y cuánta dedicación y cuántos días sin reloj en ese admirable esfuerzo.

      Vicente del Bosque, Trinidad, Sonia, gracias por vuestro ejemplo, y gracias por ser como sois. Como diría un grande de la radio, recientemente desaparecido, Alberto Oliveras, ustedes (vosotros) sois formidables.


> Escuche esta columna en vídeo: