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Tres personajes, tres asuntos

jueves 04 de noviembre de 2010, 10:26h
     ¿Qué tiene que hacer un presidente de los Estados Unidos o de cualquier país del mundo cuando recibe un palo que lleva a su oposición a controlar el Congreso y a aumentar su influencia en el Senado?  Sencillamente, y en primer lugar, lo que ayer hizo Barack Obama: reconocer la derrota. Y admitir que la gente está profundamente frustrada por el modo con que está gestionando la crisis económica. Y que, si se equivocó, la culpa es suya. Y que los comicios legislativos le han indicado que debe contar con la oposición, escuchar al Partido Republicano. Y, en fin, que tras la paliza debe intentar remontar el vuelo… Que tomen nota los políticos españoles que, en unas circunstancias similares, en lugar de coger el toro por los cuernos, se dedicarían a buscar disculpas, pretextos, justificaciones… Que aprendan de Barack Obama quien, al menos, ha reconocido sus errores, y ha venido a decir que es él, el inquilino de la Casa Blanca, y no el pueblo norteamericano, el que se ha equivocado.

    Y otro asunto de actualidad: ¿se equivoca el presidente Zapatero  al no asistir a las ceremonias centrales de la visita de Benedicto XVI el sábado y el domingo próximos, en Santiago de Compostela y Barcelona? ¿Es una actitud coherente con su laicismo limitarse (nos referimos al presidente del Gobierno de España) a saludar al Santo Padre en un breve encuentro en Barcelona? Un sector del catolicismo español está sorprendido con esa frialdad, mientras que otros cristianos aplauden la coherencia de no acudir a los actos religiosos, lo que les parecería una actitud oportunista e hipócrita. ¿Tiene derecho Zapatero a que, en unos actos multitudinarios en torno a Benedicto XVI, se impongan sus creencias personales sobre los sentimientos de la mayoría del pueblo al que representa? Quizá algún día  (aunque no es probable) Zapatero confiese que actuó de un modo consecuente, o acaso, como Obama ayer, reconozca que se ha equivocado.

    Y una última cuestión: ayer, el ministro marroquí de Exteriores, Taieb Fassi-Fihri,  arremetió en Madrid contra la prensa española, y justificó que a los periodistas les prohíban acceder al campamento saharaui de las afueras de El Aaiún, capital del Sáhara Occidental. ¿Tiene alguna fuerza moral el mandatario marroquí, representante de una tiranía medieval en que la libertad de expresión no existe y en que cualquier atisbo de crítica es perseguido con penas severísimas, para aleccionar a los periodistas españoles? En este caso, jamás reconocerá Taieb Fassi-Fihri que se ha equivocado, porque no puede hacerlo.


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