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No es cosa de niños

No es cosa de niños

jueves 04 de noviembre de 2010, 18:15h
“¡Jesús, María y José! Y dicen que allí es algo normal”. Una niña rumana de diez años que ha tenido un niño. Estos días en la pescadería de mi barrio no se habla de otra cosa (bueno, de eso y de lo bueno que anda el chicharro). Ya pasó el calentón de lo de las niñas japonesas que se “trajinaron”, escribe él, al Dragó; eso era más de barra de bar, de parroquianos de los del puro, y de noctámbulos de gin-tonic. Pero, el interés morboso en ambos casos es parecido, y es que en las dos noticias hay niñas y sexo de por medio. Muy diferente el supuesto acto de pederastia del que se jacta el escritor, de ese parto precocísimo de la chiquilla del Este, que ha venido a España a enseñarnos lo lejos y lo cerca que queda de aquí esa África europea que es como llaman algunos a Rumanía. De allí ha llegado la niña madre, y parece que allí se ha quedado el niño padre, y la abuela materna se ha mostrado orgullosa del engrandecimiento del clan. Es cierto que en las familias gitanas, sobre todo en las menos pudientes y más apegadas a las costumbres ancestrales de esta etnia, los matrimonios siguen siendo muy jóvenes, que no ha ido creciendo la edad de las parejas como en las sociedades más modernas de los payos, pero aún así, un parto a los diez años sigue siendo una excepción. No conozco las estadísticas (ni creo que las haya publicadas) sobre la natalidad de los grupos gitanos del oriente europeo, pero sí sé, que en las ciudades y los pueblos rumanos, la mayoría de las chicas suelen casarse y tener los primeros hijos en la veintena.

Aquí, en España, nos aseguran que en los últimos años han aumentado los partos de menores de quince años, 178 en 2008, y de ellos casi el cuarenta por ciento de niñas extranjeras. Una muestra más, no de que los de fuera tienen otras costumbres, sino de que pobreza y desamparo van unidos. Porque la mayoría de los que salen de su casa a buscar el pan son pobres, nada nuevo, y a mi juicio, también es evidente, que a las niñas que se convierten en madres les falta el apoyo y la guía de sus padres, tan necesarios en la primera edad. El mundo idílico de un embarazo adolescente llevado con mucha gracia y pericia que nos muestra la película “Juno” creo que está muy lejos de la realidad.

Estos días hemos visto datos, ejemplos en la prensa, opiniones de psiquiatras y psicólogos, que insisten en que la maternidad no es cosa de niños. También  nos han hablado de una sociedad hipersexualizada, que empuja a consumir otro placer más, y cuanto antes, a los más pequeños. Tienen mucha información, pero no están educados, o preparados, para ser responsables de sus elecciones, de sus actos… Y no se trata, pienso yo, de demonizar el sexo ni confundir sexualidad con procreación, que para algo existen los anticonceptivos, pero cada cosa a su tiempo, sabiendo bien qué se quiere hacer. Y difícil me parece que una niña o niño, de catorce, por ejemplo, que ni siquiera se ocupa de levantarse y desayunar solo para ir al instituto (acciones para las que sí pienso que debería estar preparado) sea capaz de asumir con plena consciencia una relación sexual. Reflejo de las incongruencias de una sociedad que dice que quiere cuidar, pero que en el fondo, sobreprotege y debilita, a la infancia.

Además, y volviendo al principio, a eso  de las “lolitas pintadas como zorritas” del Dragó, nos escandaliza, pero en realidad es una imagen que nos venden constantemente como mito erótico, y consumimos sin rechistar. El valor de la igualdad queda muy devaluado, niñas, mujeres, que ven el ser deseadas sexualmente como el máximo triunfo, y hombres que aspiran a acumular trofeos sexuales para triunfar.

Begoña de Luis. Periodista.
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