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Cuando la crisis no es sólo económica

Cuando la crisis no es sólo económica

martes 09 de noviembre de 2010, 08:59h

Desde hace dos años el ochenta por ciento de las noticias que aparecen en los medios de comunicación están relacionadas con la crisis económica que sacude al mundo desarrollado. Nada que objetar. Es cierto que el "crack" que estalló en Estados Unidos en 2008 con los bonos o las hipotecas basura, ha salpicado a todo el mundo y afectado en mayor medida a las economías que, como la española, no supieron o no quisieron afrontar la crisis con medidas de ahorro y del control de gasto público. El desempleo y el empobrecimiento de las familias son las consecuencias más evidentes y sangrantes de que algo está fallando en las sociedades opulentas del primer mundo. El teatro montado por los que manejan los hilos de las economías se desplomó como un castillo de naipes ante el soplo de la falta de liquidez, pero ello no pagaron el pato, al contrario, los gobiernos, todos los gobiernos, acudieron inmediatamente a su rescate inyectando miles de millones a la Banca para tratar de impedir (eso dijeron) el hundimiento y la bancarrota del sistema. Mientras eso ocurría, miles de familias se quedaron sin trabajo y sin ingresos, millones de personas pasaron a engrosar las listas del paro, la pobreza comenzó a afectar a quienes no habían sido algo previsores y el dispendio y el alegre consumismo se fue a hacer gárgaras de la noche a la mañana. Dicen los expertos que, pese a que esta crisis es mucho más profunda que todas las anteriores, es muy posible que salgamos de ella en dos o tres años. Pero también advierten que las cosas nunca volveran a ser como fueron en la primera década del siglo XXI.

No les falta razón. Pero yo voy aún más lejos. La crisis que estamos sufriendo no es sólo económica. Las sociedades occidentales, sobre todo en Europa y por ende en América, sufren una crisis aún más profunda, una crisis de los valores que las han sustentado durante durante siglos, basados en la cultura judeocristiana, y que no fueron puestos en solfa en ninguna de las grandes revoluciones sociales.Valores como el trabajo, la disciplina, la familia, el esfuerzo, la constancia, la honradez, la modestia o la educación son hoy bonos basura como los de Lehman Brothers. El capitalismo más feroz junto a la progresía heredada de la frustante y nefasta Revolución Rusa, recogida, aumentada y contaminada por los partidos de la izquierda europea, ha conseguido ir calando en una sociedad de consumo en la que prima el éxito rápido a cualquier precio y pisoteando a quien haga falta. Es más importante ahora el tener que el ser, confundiendo, como decía don Antonio Machado que hacen los necios, valor y precio. El denigrante ejemplo que algunos medios de comunicación de masas (fundamentalmente televisiones) vuelcan incesántemente en las patallas todos los días y a todas horas, no puede ser más nefasto para una sociedad domesticada que se deja convencer por personajes denominados "famosos" cuya única fama está en salir en la caja tonta diciendo tonterías disfrazadas de modernidad. Y lo peor es que está influyendo de forma espeluznante en las generaciones más jóvenes para las que la lectura ha pasado a un segundo término y se dejan guiar por los nuevos gurús de internet o de la tele.

Esta crisis de valores no parece que se vaya a solucionar en pocos años y sí que puede afectar a lo más profundo de nuestras estructuras sociales. Todos, y los padres y los educadores los primeros, deberíamos cerrar filas para impedir que unos cuantos (Gobiernos incluídos) quieran manejar a su antojo el futuro de nuestros hijos para poder manipularlos en su provecho.

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