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Opinión

Violencia engendra violencia

Violencia engendra violencia

miércoles 10 de noviembre de 2010, 10:59h

La violencia engendra violencia. Es un principio básico del comportamiento humano y si lo trasladas a las consecuencias políticas te encuentras con que tus argumentos pierden peso y credibilidad. Marruecos ha optado por dar un golpe de efecto con la utilización de la fuerza en el desmantelamiento del campamento saharaui en los alrededores de El Aaiún y ha decretado el bloqueo informativo. Las versiones que llegan sobre lo ocurrido intentan arrimar el ascua a cada parte, en una competición de bajas entre el ejército marroquí y el Frente Polisario, aunque esa visión contradice la esencia de una protesta que ha estado liderada, aparentemente, por población civil que reclama una mejora de sus condiciones de vida. Se trata de demostrar que el contrario es el que más ha utilizado las armas de fuego y la violencia.

Es una competición banal porque la impresión que llega es la de una intervención de desalojo que no tiene sentido, ni siquiera para los intereses de Marruecos, al menos a corto y medio plazo. Y no se trata de que la prensa española sea antimarroquí, ese es un cliché absurdo que utiliza el gobierno de Rabat para desacreditar las informaciones que no les gusta. Puede que haya más desconocimiento que predisposición a dañar la posición marroquí pero después de iniciativas violentas se activan los viejos estereotipos que colocan al vecino del sur como una dictadura que no respeta los derechos humanos. Es un error porque este caso concreto, muy reprobable, echa por tierra todo el trabajo desarrollado durante los años de reinado de un Mohamed VI que ha logrado un notable desarrollo social y económico para su país, un espectacular incremento de las infraestructuras y comunicaciones y pasos concretos en la mejora de la democracia y el respeto de los derechos humanos, con instituciones concretas para ello. Sin embargo, la actitud belicosa contra un campamento de civiles que reclaman mejores condiciones de vida sin mencionar para nada reivindicaciones políticas conlleva una pérdida de la credibilidad que tanto le ha costado conseguir.

No se entiende por qué se ha tomado esa decisión en Rabat. Se quiere negociar desde una posición de fuerza, evitar que el campamento creciera y se convirtiera en un fortín peligroso, dar un golpe antes de reunirse con el Polisario en Nueva York o enviar un mensaje a los actores internacionales que influyen directamente en el conflicto para que acepten sin ambages la iniciativa real de autonomía para el Sáhara Occidental lanzada el pasado mes de enero con la nueva regionalización de Marruecos. Elevar la tensión para forzar decisiones puede tener sentido si está claro cómo recorrer ese camino pero el riesgo de sufrir un enorme descrédito internacional hay que tenerlo muy en cuenta porque la decisión resultaría contraproducente. Mohamed VI se ha impuesto como asunto prioritario en estos momentos la solución, de acuerdo a sus intereses, del conflicto del Sáhara con la advertencia de que no tolerará provocaciones y no admitirá dudas sobre la marroquinidad de ese territorio. El envite es fuerte pero debe llevar cartas si la apuesta llega al órdago. La muerte y el sufrimiento de los saharauis de El Aaiún son inadmisibles desde todos los puntos de vista y, además, es una acción negativa para el objetivo de alcanzar la soberanía marroquí. La reacción mayoritaria ha sido la de considerar un grave error el desmantelamiento por la fuerza del campamento y las luchas en las calles de El Aaiún. Cargar contra la prensa española es otra equivocación.

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