Esto de las nuevas tecnologías es lo que tiene, que hasta las pegadas de carteles -ese momento simbólico y mágico de todas las campañas electorales- se hacen virtuales. Atrás quedan esos cubos a rebosar de cola y esas brochas gruesas, que antaño nos depararon a todos buenos momentos. Ahora, con un solo rodillo fluorescente aparece como, por arte de magia, la cara del candidato/a que, previamente, ha sido retocada con photoshop para que todos aparezcan lustrosos, lozanos, sin rastro de ojeras y sonrisa profidén, dispuestos a ofrecer el oro y el moro con tal de arañar un puñado de votos al adversario. El hecho es que no nos dan un respiro y con el pistoletazo de salida de las catalanas comienza la cuenta atrás de una hemorragia electoral que no parará hasta dentro de año y medio con las generales. Comienza la cuenta atrás para las alabanzas propias y descalificaciones ajenas. Es la hora de las promesas que en breve serán incumplidas, de las palabras huecas y de los gestos rituales, de las fanfarronadas y las recetas mágicas. Es la hora del habla-pueblo-habla de los achuchones y los besos por doquier pero, sobre todo, es la hora de la Democracia que es lo que de verdad cuenta.
Ya están todos los candidatos catalanes situados en la línea de salida con agendas de vértigo -imposibles para el común de los mortales- y con la mirada puesta en el día D: el 28 de noviembre y la hora H: esa en la que sabremos quien será el nuevo inquilino del Palau de la Generalitat. Si se cumplen las encuestas, los catalanes castigaran el mal hacer del tripartito, ese que ahora le da grima al converso Montilla, que si pudiera borraría de un plumazo su historia reciente. Si se cumplen las encuestas los catalanes optaran por no volver a hacer inventos con gaseosa y
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preferirán que mande un nacionalista en estado puro como Artur Mas, que un sucedáneo que afirma ser socialista pero se ha contagiado de lo peor del independentismo.
Dice el candidato de CiU que si consigue el bastón de mando preferirá estar solo a mal acompañado y no quiere ni oír hablar de una futura pareja de baile por si en el camino le sale otra más resultona. Dice que no hará de los temas identitario su leit motiv, que "la pela es la pela" y ahora lo único importante es conseguir sacar del agujero económico a la tierra que le vio nacer. Sabe que cuando hay pan los ciudadanos toleran, incluso de buen gusto, su ración de circo pero si el pan escasea la cosa no está para numeritos circenses y lo mejor es remangarse y remar aunque sea en aguas turbulentas.
Evidentemente no soy catalana y tampoco nacionalista pero si suelo tener un cierto olfato para detectar a los políticos de usar y tirar, esos que ofrecen sorberte de humo como si fuera la pócima mágica que todo lo cura. De Mas puedo decir que es un hombre de palabra, que ha soportado estoicamente el frío que hace en la oposición sin tirar la toalla, lo cual es mérito en una época donde el que pierde gana, porque se le busca un cómodo destino de relumbrón para agradecerle los servicios prestados a la causa del partido. Claro que él sabe, como todos, que se la juega y que si esta vez CiU gana pero no gobierna con la que está cayendo, su carrera política ha terminado y tendrá que ser otro el que coja el timón. Sea como fuere Cataluña ha vivido con el tripartito su peor etapa política de la historia reciente y ha empequeñecido a marchas forzadas. Ahora los catalanes tienen en su mano cambiar el paso de ese oscuro destino al que le han llevado un puñado de políticos oportunistas que han disfrazado de identidad nacional lo que era simple incompetencia. Es la hora de los catalanes y de la democracia, esa hora de la verdad en la que los ciudadanos mandan por encima de cualquier consigna de medio pelo. Ojalá acierten en la elección, por ellos,. por Cataluña y por España.
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