Ernest Lluch, diez años

    Hace diez años que fue asesinado por una partida de terroristas etarras el destacado intelectual y político Ernest Lluch. Ernest Lluch nunca ocultó su rechazo a los criminales del hacha y la serpiente, y ese enfrentamiento público, sin tibieza, con coraje, a pecho descubierto, terminó costándole la vida.  En este décimo aniversario del asesinato de Ernest Lluch, diversas instituciones catalanas celebran actos en su homenaje, a los que  naturalmente nos sumamos de todo corazón.

     Los terroristas que lo asesinaron, y que fueron detenidos y que están en prisión, son los mismos que segaron la vida del guardia urbano barcelonés Juan Miguel Gervilla, cuando les ordenó retirar de la calzada un vehículo que se les averió y, sin mediar palabra, le dispararon dos tiros. Ese vehículo que se les averió a los terroristas, y que llevaba una carga de más de 12 kilos de explosivos, se dirigía hacia el domicilio de quien les habla, hacia mi casa, y el objetivo de los mafiosos era, una vez más, porque fueron varias, asesinarme. Así de claro,  así de duro y  así de rotundo: asesinarme.

Quienes me conocen, saben que no me gusta hablar de mí mismo, ni de estos episodios en los que involuntariamente fui objetivo de ETA. Si lo hago hoy es por rendirles tributo  a Ernest Lluch y Juan Miguel Gervilla que fueron asesinados por los terroristas que tenían a Luís del Olmo en su agenda macabra.

    Y, mientras esos malnacidos siguen en prisión, cumpliendo condena, quiero aprovechar para discrepar de quienes intentan establecer atajos para excarcelar a esos malhechores con el ingenuo pretexto de que hay que mandar a la ETA agonizante mensajes de buena voluntad y gestos que les inviten a olvidar. Miren ustedes, ya hemos mandado suficientes gestos y mensajes, ¿no les parece? Ya basta de enviarles gesto de buena voluntad a los terroristas. 

Esos mensajes y esos gestos, es una opinión muy particular,  no los pueden mandar los políticos, sino que deberían ser solamente las víctimas del terrorismo y sus familiares, repito, si alguna vez se planteara de nuevo abrir la puerta del diálogo con esta mafia etarra, que sean las víctimas del terrorismo y sus familiares quienes digan la última palabra.  Por lo que a mí respecta, como víctima del terrorismo que soy con treinta años de escolta y ocho intentos de asesinato por los pistoleros vascos, mi deseo es que cumplan su condenan hasta el último día, hasta el último minuto. Es lo que modestamente hago  público hoy, en solidaridad con las familias de Ernest Lluch y de Juan Miguel Gervilla, y naturalmente en solidaridad con las familias de los 1000 asesinados por la banda criminal ETA.



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