El rescate de Irlanda servirá como cortafuegos para otros países de la eurozona, si los gobiernos comprometidos cumplen con sus obligaciones y realizan, sin más dilación, las reformas prometidas y no se dejan guiar por sus intereses electorales. Era el caso del primer ministro irlandés,
Brian Cowen, que se resistía al rescate del fondo de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional para no perder soberanía en un momento de debilidad política en su coalición de gobierno y con unas malas perspectivas electorales para los próximos meses.
Al final, se impuso la realidad, una cruda realidad, que exige el dinero necesario para salvar al sistema bancario irlandés y realizar la reforma fiscal imprescindible para afrontar el futuro. Pretenden mantener el impuesto de sociedades en el 12%, algo que no se entiende por la competencia desleal que supone para el resto de países socios. El boom inmobiliario se ha cobrado una nueva víctima porque los bancos irrumpieron en el desarrollo desaforado del mercado inmobiliario irlandés sin importarle los
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productos tóxicos que estaba generando. Es decir, los miles de ciudadanos que recibían un crédito aunque no tuvieran posibilidades de pagarlo.
El gobierno irlandés rescató con 50.000 millones de euros a sus bancos y ahora es el propio ejecutivo de Dublín quien tiene que pedir ayuda exterior ante la bancarrota que sufre. Los irlandeses vivieron su milagro de los últimos años sin pensar que lo construían sobre barro y ahora llega la pesadilla.
¿Y qué pasa con España? La realidad se puede maquillar o retrasar sus consecuencias, pero al final es inexorable la necesidad de adoptar las medidas imprescindibles para afrontar la crisis. Tanto el gobierno del presidente
Zapatero como el principal partido de la oposición con
Rajoy deben ser conscientes de lo que hay que hacer y cuanto antes mejor porque la economía no responde al no ejecutar las reformas pendientes.
Hablar claro a los españoles y explicarles lo que no tiene más remedio, al estilo Cameron en el Reino Unido. Podrá gustar más o menos pero la realidad de cada país impone sus condicionamientos y no valen cálculos electorales para graduar los efectos porque, al final, te puede pillar el toro como a Grecia y a Irlanda con la gran diferencia de que la dimensión de España repercute en el sistema mundial, desde la Unión Europea a Estados Unidos y los mercados no van a permitir despistes o atajos.