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Castigados por insolventes

Castigados por insolventes

jueves 25 de noviembre de 2010, 03:45h

Si hay un dato anticipado por la práctica totalidad de las encuestas sobre los comicios del próximo domingo es un desplome de enormes proporciones en el respaldo electoral de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Las estimaciones varían, pero el grupo parlamentario de ERC, integrado en la actualidad por 21 diputados, podría quedar reducido a la mitad. Un correctivo tan severo no puede deberse a una sola razón y aunque dentro de unos pocos días y en función de los resultados concretos se producirán con toda seguridad análisis mucho más pormenorizados, ya pueden anticiparse algunas reflexiones.

El electorado no castigará únicamente a ERC por apoyar y formar parte del tripartito, puesto que ya lo hizo en el período 2003-2006 y el ulterior retroceso fue mínimo (pasó de 23 a 21 escaños). Es verdad que no es lo mismo dar la presidencia a Maragall que dársela a Montilla, pero, en honor a la verdad, Esquerra fue un socio menos leal en el primer tripartito (viaje de Carod a Perpiñán, declaraciones destempladas de Carretero y Vendrell, etc.) que en el segundo.

Obviamente, tampoco puede atribuirse su probable debacle a un descenso del voto independentista, cuando el soberanismo más bien parece cotizar al alza, ni tampoco a la decantación de esos votantes hacia opciones más radicales, como las encabezadas por Laporta o Carretero, que a duras penas entrarán en el parlamento catalán.

Un argumento con un recorrido algo más prometedor es que ERC siempre ha sido un partido asambleario con una extraordinaria proclividad a fagocitar a sus líderes, no sin antes protagonizar diversas trifulcas más o menos públicas, una característica particularmente resentida por los votantes. A eso se añade la fama de Puigcercós, su actual líder, de ir permanentemente con la guadaña en la mano, no tanto dirigida a los adversarios de otros partidos como a los cabecillas del propio que osen disputarle el liderazgo.

Sin embargo, da toda la sensación de que lo que el electorado no perdona verdaderamente a Esquerra es la insolvencia, la sensación de que un puñado de militantes sin oficio ni beneficio aprovecharon los entresijos de la matemática electoral para chulear a Montilla y, de rebote, a toda la sociedad catalana. Particularmente representativa de esta sensación es la figura del presidente del parlamento, Ernest Benach, un tipo que no acabó el bachillerato y que ha extendido un tupido velo sobre su biografía, hasta el punto de que la gente no sabe si, antes de dedicarse a las tertulias futbolísticas en el canal autonómico y posteriormente a la política, fue vigilante jurado, celador hospitalario o barrendero. En definitiva, la debilidad por el coche oficial y la Visa Oro de gentes con fama de comer caliente sólo recientemente abona la injusta pero generalizada creencia de que se dedican a la política quienes no tienen otra opción profesional en la vida.

Por supuesto, toda regla tiene su excepción y Joan Ridao se ha forjado en Madrid una merecida fama de parlamentario serio y responsable, de hábil negociador y de persona respetable. Sin embargo, cada vez que sube a la tribuna de oradores un tipo tan ridículo e impresentable como Joan Tardà, no ya los votantes de Esquerra sino la inmensa mayoría de los catalanes, que por lo general somos gente discreta y educada, sentimos vergüenza ajena por lo mal que nos deja ese mamarracho. La filología está bien, y también lo están los "castellers" –los forzados que levantan castillos humanos, una curiosa afinidad compartida por muchos militantes de Esquerra-, pero Cataluña no se agota ahí.


(*) Ramiro Desvalls es un colectivo de periodistas y escritores catalanes, tanto de origen como de adopción

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