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Latinoamérica: seguridad y defensa

Latinoamérica: seguridad y defensa

jueves 25 de noviembre de 2010, 21:14h

Tal vez el mejor modelo a seguir es el constituido por la Unión Europea

Esta semana se celebró en Bolivia la IX Conferencia de Ministros de Defensa de la Organización de Estados Americanos (OEA). Este tradicional encuentro multilateral se enmarca en la paz y la seguridad del continente con la confianza y la cooperación de Estados, el imperativo de la democracia y el desarrollo. La modernización del sector militar estuvo condicionada por la transparencia en la compra de armas. Fue importante el planteamiento de mejorar los sistemas de defensa y protección civil ante los desastres. Se afirmó la necesaria sujeción del poder militar al poder civil.

Desgraciadamente, ni la OEA (1948) ni los sistemas subregionales de integración han permitido la seguridad. El Caricom (1973), Mercosur (1991), la CAN (1973) y la recién creada Unasur (2008) han sido ineficaces en la construcción de un sistema regional o subregional de seguridad, defensa y respuesta inmediata ante catástrofes naturales y tecnológicas. Todas las reuniones terminan siendo declarativas. Los gobiernos de Estados Unidos en la OEA han sido incapaces de ganar la confianza de los pueblos en la zona de su natural influencia, ni siquiera el nuevo el presidente Barack Obama con la soft policy. Esto ha permitido, más allá de la actitud racional de los gobiernos, radicalismos de confrontación de algunos Estados miembros del ALBA, como lo expresó en esa cumbre el presidente Evo Morales. El Gobierno brasileño y democracias como la chilena, uruguaya y paraguaya han sido más perspicaces cuando plantearon en el seno del Unasur una especie de Consejo de Seguridad, diferente al proyecto del presidente Chávez de una OTAN del Sur, en la línea de la confrontación que de la cooperación, que pareciera orientarse más en lo que fue el Pacto de Varsovia como alianza militar entre la antigua Unión Soviética y los países de la Cortina de Hierro para unificar el comunismo internacional bajo el control de Moscú.

Precisamente, la semana pasada finalizó en Lisboa una de las reuniones fundamentales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), creado en abril de (1949) en Washington, como institución de defensa colectiva frente a la expansión del comunismo soviético. Fracasado y disuelto el Pacto de Varsovia en abril de 1991, la OTAN ha tenido que cambiar de filosofía y praxis con una adaptación a los desafíos del siglo XXI, buscando lo esencial de la paz en situaciones de conflicto y vinculándose a temas del desarrollo. En esta reunión se logró aprobar un sistema de defensa antimisiles ante las nuevas amenazas atómicas como la que representan Irán y Corea del Norte. Afortunadamente los rusos han logrado incorporarse a este sistema de defensa colectivo. El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ratificó la cercanía entre estos dos organismos en la defensa común de sus miembros establecida en el artículo 5 del tratado fundacional de la OTAN, en armonía con el artículo 51 de la Carta de la ONU.

América Latina y el Caribe deben encontrar un sistema especial para su seguridad y defensa basado en la confianza mutua, en la aceptación de las diferencias, pero fundamentado en su historia y en su destino, dentro de la necesaria supremacía del poder civil sobre el militar. Tal vez el mejor modelo a seguir es el constituido por la Unión Europea donde se prevé un posible ejército común de los 27 Estados que la integran. La UE en materia militar actúa en forma conjunta y consensuada mejorando progresivamente las capacidades militares de cada uno de sus miembros. Se creó una agencia en el ámbito de la defensa, la investigación, la adquisición y el armamento para identificar las necesidades operativas, reforzar las bases industrial y tecnológica del sector y participar en la definición de una política comunitaria. Todo dentro de la seguridad y defensa común, encargando a un país o a un grupo acciones militares ante una agresión o ayuda en caso de catástrofes. Por supuesto que todo esto será posible cuando los sistemas de integración de América Latina puedan perfeccionarse y tener instituciones como las contempladas en el reciente instrumento jurídico denominado Tratado de Lisboa que es una especie de Constitución para toda Europa, el cual sitúa la libertad, justicia y seguridad como prioridades fundamentales y mediante las cláusulas de solidaridad y cooperación reforzada, han permitido a 29 Estados vivir en paz, en democracia y con gran desarrollo económico; Tratado de Lisboa (2009).

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@jcesarpineda

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