Desde el gallo de la Almudena: Ovidio, aquel espíritu que hace falta de la Transición

Me enteré de su muerte súbita por una alerta de este periódico. Conocí a Ovidio Fernández Carnero cuando era presidente de la Diputación de Valladolid y militaba, creo, en el extinto CDS -todo es futil, relativo, caduco- y me encontré con un dirigente político, muy poco político al uso, esto es, sincero, abierto, y con sentido común. Allí estuvo José Luis Guerrero como testigo.

Entonces quería yo montar una agencia de noticias castellano/leonesa aprovechando mis años de experiencia en EUROPA PRESS Y EFE. Aquello se sustanció finalmente en ICAL, ahora en otras aguas.

La última vez que estuve dialogando con Ovidio fue hace unas semanas con ocasión de la presentación en el Miguel Delibes de DCCYL. Lo mejor que puedo desearle es que descanse en paz y allá donde esté, que no lo sé, siga manteniendo su capacidad de entrega a los proyectos y, muy especialmente, el sentido humanista del deambular humano.

Una especie en extinción

Ovidio, desde mi punto de vista, representaba en el ámbito local aquel maravilloso espíritu que fue primero de la UCD y que significó que fuera posible el milagro democrático español; un tiempo en el que lugar de exabruptos y trincheras en la vida política española había voluntad de consenso y objetivos por sacar a España del rincón de la Historia.

Desgraciadamente, aquel espíritu saltó por los aires, entre otros, gracias al señor Aznar -al que todos llevamos en volandas al poder y luego se creyó que era de verdad- y luego a otros que vinieron a revolver tumbas.

Poco a poco nos van dejando todos aquellos de una generación fantástica. Que supo entender su misión y disponer de un sentido patriótico extraordinario, sobre la base, de que nadie es enemigo, a lo más, adversario.

Se van muriendo. Nos moriremos todos. Quedará España, o lo que sea.

Sin aquello no hay salida

Estos días dramáticos para los ciudadanos españoles, con la quiebra total de su economía y con su futuro en almoneda se puede comprobar que la clase política hace méritos, en su conjunto, para ser llevada en masa al paredón de fusilamiento.

En lugar de hacer causa común para salvar los intereses supremos de los españoles, héte aquí que el PSOE intenta culpar al PP de sus desmanes; el PP aprovechando la ocasión para derribar a esa caña movida por el viento conocida como Zapatero. En medio, todos nosotros pagando a los políticos, sus coches oficiales, sus mamandurrias en suma.

Graciano Palomo. Periodista.