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Dos discursos, un solo premio

Dos discursos, un solo premio

lunes 17 de enero de 2011, 15:39h


Veintiocho años separan a Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa en la premiación del Nobel de Literatura, y aunque son odiosas las comparaciones, resulta inevitable hacerlo, tomando en cuenta que ambos fueron parte de la misma generación, la del famoso Boom latinoamericano. Mientras que en 1982 García Márquez le contaba al mundo de “La Soledad de América Latina”, en el 2010, Vargas Llosa hizo un “Elogio de la lectura y la ficción” (parafraseando el ensayo de Erasmo).

Ambos discursos están tejidos con maestría, ambos tocan temas similares, pero se diferencian notoriamente en la actitud y la intención.

Gabo dejó en claro que no venía a hablar de sí mismo y concentró su discurso en señalar los matices de la desdibujada imagen que Europa tiene de América Latina, citando para ello los fantasmagóricos relatos de un navegante florentino que acompañó a Magallanes en su vuelta al mundo, donde habría visto “cerdos con el ombligo en el lomo”.

Por su parte, Vargas Llosa despliega su discurso en la sumatoria de experiencias personales que han formado al escritor eximio que es hoy, a partir del descubrimiento del mundo por medio de la lectura, “la cosa más importante” que le ha pasado en la vida.

En los 80’ América Latina vivía el tormento de varias dictaduras militares y García Márquez con lucidez ponía énfasis en las consecuencias: “De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas, el 10 por ciento de su población”.

En cambio, Vargas Llosa desde un púlpito aprueba y desaprueba las democracias actuales con arrogancia, calificando algunas de “payasas y populistas”.

Ambos reclaman factura al viejo continente por los atrasos de América Latina. Vargas Llosa recuerda que: “La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas”, pero aclara que “desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido”; y cierra exaltando a su segunda nacionalidad: “Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo”.

Por su parte, García Márquez, que también ha disfrutado el éxito y la hospitalidad europea, no tiene reparos en reclamarles la co-responsabilidad por la soledad de Latinoamérica: “Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado”, “creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos”.

Estas frases son ejemplos de una distinción inevitable, García Márquez recibió el premio agradecido, pero no por ello enceguecido de las deudas históricas de Europa con los países que forjaron su excelsa obra literaria, al contrario de Vargas Llosa que hizo del acto una palestra donde él mismo enalteció las justificaciones del premio, entonces uno se convence de que entre el colombiano y el hispano-peruano hay una distancia aun mayor que esos veintiocho años.

Sergio Calero 
es comunicador social.

Tomado de la Edición del día 16 de enero de 2011 de La Razón

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