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Zapatero, nuclear

jueves 20 de enero de 2011, 07:58h
En la confusión y el atasco del diálogo social, el Gobierno se ha mostrado ayer, y de forma repentina, partidario de retrasar el cierre de la central nuclear de Garoña, previsto para 2013, ya que los sindicatos piden el mantenimiento de los puestos de trabajo en la factoría nuclear más antigua de España. También el líder popular, y posible alternativa de Gobierno, Mariano Rajoy, ha dicho que mantendrá abierta la central burgalesa si gana las elecciones. Con el resto de las plantas nucleares hay más tiempo por delante: han entrado en funcionamiento en los años 80, y aún les queda algún tiempo más, hasta que cumplan los 40 años revisables y renovables. Y puesto que se prevé una mayor demanda de energía, llegará un momento en que, por la propia dinámica de los acontecimientos, no haya más solución que mantener las centrales, renovarlas o poner en funcionamiento otras nuevas.
   
Cuando Zapatero se definió ante los ecologistas como “el político más antinuclear de su Gobierno”, no sabía que, al final, todos terminamos siendo prisioneros de nuestras palabras. Porque aquel Zapatero anti-nuclear  ha dado un giro radical para contentar a los sindicatos, y sabiendo además que cuando llegue la hora de los cierres o de las renovaciones él ya no será presidente del Gobierno.
   
Y en esta política de tanteos y cortejos, parece claro que los sindicatos van a acoger con alivio la continuidad de Garoña (están en juego 600 empleos directos y 400 indirectos), pero es muy probable que ese gesto no sea suficiente para que cedan en el asunto de las jubilaciones a los 67 años y en otros recortes de los derechos laborales que son la madre del cordero de los desencuentros.
   
Hay una conclusión muy elemental ante este panorama: el Gobierno no ha abordado con seriedad y con rigor algo tan importante como la política energética de nuestro país (donde conviven fuentes fósiles, eólicas, solares, etcétera), y sin embargo ha improvisado una caricatura  de solución con tal de ablandar el corazoncito de los señores Méndez y Fernández Toxo. Da la impresión de que vivimos en un país muy poco serio, por decirlo de una forma educada y amable.


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