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Destino: Alemania

lunes 24 de enero de 2011, 08:03h
    La canciller germana Angela Merkel planteará en los próximos días la posibilidad de que jóvenes españoles, cualificados y en paro, se trasladen a Alemania para trabajar. El gobierno de Berlín ha anunciado, en varias ocasiones y en los últimos meses, que precisa de miles de trabajadores bien formados, especialmente en los terrenos de la ingeniería y de las telecomunicaciones, para seguir impulsando la recuperación de la primera economía de Europa. No olvidemos que Alemania creció un 3,6 por ciento en 2010, y que espera hacerlo en un 2,3 por ciento en el presente ejercicio, al tiempo que la tasa de desempleo se va reduciendo progresivamente hasta situarse en un 7 % en los próximos meses, frente a más de un 20 % en España.

     Qué sana envidia da Alemania en estos tiempos, como la daba cuando, entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial, niños rubios y alegres, a la salida de la escuela, acudían a echar una mano a sus padres para reconstruir viviendas, calles, fuentes y jardines, poniendo los cimientos del llamado “milagro alemán”.

     Y en ese “milagro alemán” también participaron decenas de miles de emigrantes españoles que huían de la pobreza, que afrontaban la confusa hospitalidad de un país cuyo idioma desconocían, y que, con las divisas que enviaban, contribuyeron a sacar adelante a una España atascada en los caminos de barro y sangre de la postguerra civil.

     Celebramos que Alemania requiera mano de obra cualificada a la España de hoy mismo. Es un reconocimiento a la calidad de nuestros universitarios, de nuestros profesionales. Y es también una prueba de que vivimos en un mundo sin fronteras, donde la libre circulación de personas y de sueños es una realidad. Sin embargo, no negamos que ese optimismo  (a veces optimismo resignado y a la fuerza…) tiene algo de crónica de un fracaso de la sociedad española, que no da oportunidades a los mejor formados, a muchas personas llamadas a liderar nuestro futuro, y que se tienen que marchar.

     Ciertamente, ya no se trata de aquellas gentes desesperadas y heroicas, con sus maletas de cartón en viajes ferroviarios hacia lo desconocido…; una aventura que derivó en parodias costumbristas al grito de “Vente pa Alemania, Pepe”.  Pero la “sangría” de la mejor España, aún en los tiempos de la libertad, sigue siendo una amenaza, sigue constituyendo un riesgo. Sobre todo porque muchos de los que se pueden marchar no lo hacen voluntariamente, movidos por el afán de nuevas aventuras o de ampliar horizontes, sino que lo hacen a la fuerza. Sencillamente, porque aquí se hacen mal las cosas, la historia se repite, y muchos de los mejores no tienen más remedio que buscar otros horizontes.



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