Zapatero en su pendiente

Quizá solo sea una inversión de su suerte hacia el fatalismo, pero lo cierto es que José Luis Rodríguez Zapatero se está deslizando por una pendiente que es proporcional y en sentido inverso a la que le aupó a la secretaría general de su partido y, después, a la presidencia del Gobierno. Frenan la velocidad de su caída las increíbles torpezas de su adversario que ahora dispone de alternativas consolidadas ante la opinión pública en las personas de Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre.

¿Puede detener Zapatero su desgaste e invertir la tendencia que le lleva al final de su vida política? Es difícil de creer por su obstinación y su incapacidad de escuchar con atención ninguna clase de crítica. Solo soporta las adulaciones y estas son continuas en un entorno que quizá le conoce tan bien como para saber que el presidente del Gobierno se derrumba ante cualquier contrariedad, y en consecuencia se las evitan. Ahora es demasiado tarde y el deterioro es tan evidente que no se pueden camuflar y se manifiesta en el espectáculo de la entrevista del presidente con el periodista Iñaki Gabilondo: allí no se percibía ninguna capacidad de liderazgo. Los balbuceos son mucho peor aún que los silencios.

La permanente queja del presidente hacia el PP es en el fondo una súplica para que el partido de la oposición siga empecinado en la confrontación porque es el único territorio en el que José Luis Rodríguez Zapatero encuentra refugio a sus fracasos. La culpa de todo la tiene el PP y eso ya no es suficiente. Se le encadenan los desastres: las huellas de la catástrofe de Miguel Sebastián han hecho un fundido en negro con el comunicado de ETA.

La reacción del presidente en el Comité Federal ha sido por primera vez rotunda: "Seré implacable ante la amenaza de ETA". Pero las frases son solo ecos lejanos de cuando el crédito tenía peso en La Moncloa. La pregunta clave de Gabilondo tuvo dos sonoros silencios como respuesta: "Presidente, ¿le han engañado?". No hemos sabido en qué momento del proceso José Luis Rodríguez Zapatero se dio cuenta de que ETA quería obtener un precio político. Ni siquiera eso nos lo ha contado.