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No es país para solemnidades

jueves 03 de febrero de 2011, 11:05h
Los negociadores han abandonado los pisos francos que han usado durante semanas y que les ha proporcionado el supervicepresidente Rubalcaba para trasladarse a firmar el acuerdo en el salón multiusos de Moncloa.

A muchos les hubiera gustado una escenografía tipo pacto de Estado con las fanfarrias y la trompetería adecuada. El propio José Luis Rodríguez Zapatero recordaba hace unos días los pactos de la Moncloa de los tiempos de Adolfo Suárez y la transición intentando forzar una similitud. Y ciertamente la ceremonia se ha desarrollado en el mismo salón de Tapices que enmarcó aquel acontecimiento, igual que, más recientemente, el pacto antiterrorista PP-PSOE con José María Aznar en la presidencia del Gobierno.  “Acto solemne” era la consigna con la que se preparaba el evento en Moncloa desde hace días. El calificativo se le ha escapado a Valeriano Gómez en su discurso. Y desde luego que no faltaba de nada para tamaña solemnidad. Es difícil encontrar ceremonia más extraordinaria, que ésta de la firma de un acuerdo  entre el presidente del Gobierno, los secretarios generales de los sindicatos  que le convocaron una huelga general hace cuatro meses y el nuevo dirigente de una patronal que hasta ahora ha estado missing durante años para todo lo que no fuera proteger al impresentable de Gerardo Díaz Ferrán. Inmejorable argumento, los mejores protagonistas y el marco incomparable. ¿Qué faltaba entonces para la solemnidad deseada?

Se veía nada más entrar que no lo iba a ser. Tres enormes paneles grises a cada lado, casi desde el suelo hasta el techo, ocultaban a la vista los valiosos tapices de las paredes y otro más largo aún, de lado a lado, al fondo, para exhibir un enorme y no demasiado afortunado logotipo color magenta, la “A” de acuerdo con el larguísimo título impreso, en el mismo color, del logro alcanzado: “Acuerdo Social y Económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de las pensiones”. Tampoco se exhibían maderas nobles como correspondería a la mesa en la que se ha firmado tan importante documento, pese a las bruñidas pieles de los  seis portafolios que contenían las copias : alargada y tapizada por el mismo gris de los paneles, con las mismas manchas de las letras y el logo majentas. Para la tele ha recortado muy bien la silueta de los firmantes, vestidos ¿cómo no? de grises y azules. ¡Si estarían por la labor de quedar en la historia que hasta Ignacio Fernández Toxo, líder de CCOO, se ha puesto una corbata! Pero no. Parecía un escenario diseñado por los mismos decoradores de los comités federales y confederales de los sindicatos o los partidos políticos, algo coyuntural para salir del paso y dar bien en la tele y no el “incomparable marco” de un acuerdo historico que dirían las crónicas según los deseos de los más optimistas. Así lo han querido, además, los representantes de todos los partidos políticos, salvo los del PSOE, claro está, que han evitado contribuir con su presencia a mayor algarabía o celebración. Y entonces la sala de los Tapices se ha reconocido en la sala multiusos que es : allí recibe el presidente un día a los cineastas premiados por los Goya, otro a los tenistas de la armada española que ganaban la Davis y organiza, cada año, la copa de Navidad con los periodistas.

Pero entorno aparte, todos los firmantes han llegado con las tremendas cifras del paro de enero aún calentándoles las manos, un mes más de tragedia laboral y económica después de tres años largos de crisis. Y además ninguno de ellos puede apostar  porque este sea el punto de partida de la recuperación. Tampoco hay quien de un duro a favor de que se hayan calmado los mercados. Pues eso, que con la que está cayendo no hay solemnidades que valgan salvo para los creyentes que aun queden. Sin embargo todo lo que ha pasado es importante. Por primera vez desde que azota la crisis el Gobierno y los agentes sociales se juntan para remar en la misma dirección. Seguro que no es suficiente. Pero al menos esta vez si que se han ganado el sueldo: han puesto su trabajo y su compromiso para intentar solucionarle problemas a los ciudadanos. Para eso están aunque parecía que no se habían enterado hasta ahora.

Addenda.-

Los que sí hemos tenido el privilegio de vivir y contar en nuestros medios de comunicación más de un acontecimiento histórico de este país, vamos a recordar para siempre a una compañera entrañable desde aquel periodismo urgente e ilusionado de la transición democrática hasta nuestros días. Se nos ha ido Susana Olmo. La vamos a seguir queriendo.
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