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Merkel se 'olvida' de colocar a un alemán al frente del BCE

Merkel se 'olvida' de colocar a un alemán al frente del BCE

lunes 14 de febrero de 2011, 11:25h
"El próximo presidente del BCE no tiene por qué ser un alemán".  Así lo ha explicado este lunes el ministro alemán de Economía, el liberal Reiner Brüderle, para quien "la nacionalidad no es el factor decisivo a la hora de determinar quién debe ocupar el cargo".

"Lo determinante es que se trate de un experto reputado y comprometido con el mantenimiento de la estabilidad de los precios", ha añadido Brüderle. "Debe tener las convicciones correctas sobre crecimiento económico y estado del bienestar", ha insistido el ministro alemán, argumentando que "no hay nada más antisocial que la inflación".

Estas declaraciones oficiales, a tiempo de llegar a oídos de los ministros de Finanzas del euro antes de entrar a su reunión en Bruselas, en la que tendrán lugar hoy duras negociaciones sobre el Pacto de Competitividad, sugieren que Alemania podría renunciar a un presidente alemán del BCE después de Trichet, cláusula crucial del pacto tácito por el que Alemania no solicitó en su día copar ninguno de los altos cargos permanentes de la UE de Lisboa a cambio del sillón de Frankfurt después de la era Trichet. Si ahora Berlín cede la presidencia del BCE, debemos pensar que no será gratis.


Intempestiva renuncia de Weber


Alemania se ha visto obligada a reposicionarse en la carrera por la presidencia del BCE después de la intempestiva renuncia de Axel Weber, presidente del Bundesbank y candidato de Merkel durante meses para suceder a Trichet.

Weber, el más duro de los halcones del Consejo, estaba abiertamente en desacuerdo con varias políticas del BCE, como la compra de bonos basura en el mercado de la deuda. También estaba abiertamente en desacuerdo con las pretensiones del Pacto de Competitividad planteado por Francia y Alemania, que a su entender es demasiado blando y debería contener, al igual que el Pacto de Estabilidad, sanciones automáticas e independientes de las decisiones del Consejo.

Weber, efigie de la disciplina monetaria, ha llevado hasta el final su pose de duro de forma que, paradojas de la ortodoxia, puede acabar contribuyendo con su dimisión a definir los límites de la hegemonía alemana en la Unión Europea.

Y es  que los destrozos que ha provocado su dimisión en la máquina política de su mentora, Merkel, son de calado. El plan alemán para la eurozona tiene dos grandes pilares: el Pacto de Competitividad aplicable la política fiscal y presupuestaria de cada uno de los Estados miembros y denominado pacto de Competitividad y el control del BCE como herramienta clave en una Unión que no conoce otra institución con poder comparable.


El control monetario del BCE

El BCE fija la política monetaria, la única auténtica común, y que se concreta para la mayoría de los mortales en la fijación de los tipos de interés del dinero. También manipula el grifo de la fluidez del sistema financiero, los recursos de los bancos, y ejecuta la intervención en los mercados, sean estos de deuda pública o, menos asiduamente, bolsas.

En la crisis griega de mayo pasado, Merkel exigía más a los países afectados por los ataques de los mercados (desde Grecia a Italia, pasando por Irlanda, Portugal y España), mientras Sarkozy, con un nivel de estrés político sustancialmente menor, obtenía los mismos o mejores resultados a través de la vía directa con su compatriota Trichet, que le daba voz en las modalidades de intervención del BCE en el mercado: compras directas de deuda, para suavizar las tensiones.

Por eso el sillón de Frankfurt era una prioridad para Merkel, hasta hace apenas una hora, cuando su ministro de Economía nos ha situado ante otro tablero de juego europeo al confirmar que, según Berlín, el próximo presidente del BCE no tiene por qué ser alemán.




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