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Humo

Humo

miércoles 09 de marzo de 2011, 21:19h
Corren buenos tiempos para los asesores de imagen y para todos aquellos que se mueven en torno a los preparativos de una campaña electoral. A los mejores profesionales del ramo les va a sobrar trabajo para ayudar a los candidatos el próximo mes de mayo.  En esta ocasión los contenidos de los programas no albergarán demasiadas promesas dirigidas a elevar la felicidad y  la autoestima del electorado. El esfuerzo de los candidatos se centrará posiblemente en ocultar la tentación de endosarnos el mochuelo de compartir la responsabilidad de una crisis que no hemos provocado ni que ellos han sido capaces de mitigar con una mínima unidad de acción en el frente político. Cada cual, con su peculiar sentido de Estado,  sigue mirando por sus propios intereses para intentar seguir un poco más “al servicio de los ciudadanos”.

Un amplio sector  de la clase política ha diseñado su presencia en  los próximos comicios desde el minuto uno de su elección. Permanece aupado en un perpetuo cartel electoral que le permita otra prórroga para no verse en la incómoda situación de asomarse a su propio abismo profesional. Todo vale para integrarse en la retina del ciudadano: asistencia a conciertos de música pop, inauguraciones de tiendas de ropa o despedidas de toreros. Mi reino por una foto. No importa  que aparezcan en los medios en más de veinte ocasiones al mes. Si no sale su foto el día que quieren, que son todos, te arman la de dios. ¿Es que estos hombres no tienen un despacho? ¿Por qué están siempre de aquí para allá?

Los candidatos se enfrentan a un electorado que, según el CIS, ha calificado a los políticos el tercer problema del país, lo cual parece insólito. Los políticos, por consiguiente, deberán buscar nuevos métodos para convencer a los votantes en medio de la crisis.  Se pueden ahorrar el coste de unos mítines dirigidos exclusivamente a convencidos. Pueden recurrir a las redes sociales, aunque la mayoría rehúyan  la utilización personal de blogs y otros instrumentos digitales

Pueden acudir también a sutiles presiones sobre los medios -un recurso mucho más familiar- y exhibir una vez más el déficit democrático que prima con frecuencia en sus relaciones con el mundo de la comunicación, un talón de Aquiles que subsiste a lo largo de los años. Algunos políticos muestran con frecuencia su vocación tardía de redactores jefes y sugieren a los periodistas determinados contenidos y afean su conducta cuando surge el lógico desacuerdo en los planteamientos informativos. La comunicación es tan primordial que ha logrado  que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo para aprobar la llamada ley Sinde, lo que no ha conseguido la grave situación económica del país. Entre bomberos mejor no pisarse la manguera.

Su suerte es que la ciudadanía hace tiempo que ha asumido el incumplimiento inveterado de las promesas electorales de unos políticos que no dudan en acoger en sus listas a candidatos procesados porque, lo admiten en privado, no se puede prescindir de ellos porque dan votos. Son los mismos que desde las autonomías solventan los problemas propios de la gobernabilidad traspasando su solución al gobierno central siempre y cuando sea de otro color.

Con las redes sociales en contra de todos los partidos  y con un panorama desolador en el horizonte, nos espera una campaña electoral  necesariamente imaginativa. El electorado espera que al menos por esta vez no le vendan humo y que, cansado de tantas palabras, le basta,  por ejemplo, con que una nevada previsible no suponga, a estas alturas de la película,  un grave problema para miles de personas en una autopista. Soluciones.

Carlos Roldán. Periodista.
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