Opinión: Fermín Bocos
martes 05 de abril de 2011, 14:19h
La política es cruel. La despedida anunciada de Zapatero coincide en el tiempo con la última cifra del paro: más de cuatro millones trescientos mil desempleados, mil cien parados más cada día del mes de marzo. No es una estadística, es un drama. El drama de miles de personas abocadas a vivir entre la incertidumbre de si podrán encontrar un nuevo empleo y la angustia de ver que los días pasan y se acaba el subsidio de paro. Zapatero se va anunciando que la recuperación está a la vuelta del trimestre -lo dijo hace unos días en el Congreso- pero ya nadie toma en serio sus predicciones. Entre otras razones porque en el origen del proceso que ha desembocado en su renuncia ocupa un lugar muy destacado la desafección que registran las encuestas; desafección entre votantes y no votantes del PSOE provocada por la errática conducción de la crisis. Zapatero no se va. Le echan las pésimas expectativas electorales en las que se encuentra su partido y la presión de quienes ven que el próximo día 22 de mayo pueden sufrir el castigo que los electores quisieran propinar al Gobierno. Es un final sin gloria.
Con el paro entre los jóvenes rozando el cincuenta por ciento; sin apenas perspectivas de empleo para los mayores de cincuenta años y con una sensación muy extendida entre sus votantes de antaño de que las reformas emprendidas -abaratamiento del despido, congelación de pensiones, recortes de sueldo a los funcionarios, etc-, no han servido para sacar a España de la precaria situación laboral en la que se encuentra. Ya digo, es un adiós sin gloria del que deberían tomar nota cuantos aspiran al poder o a mantenerse en él a costa de decir un día una cosa y al día siguiente la contraria. "Sic transit...".
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