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Las aguas del olvido

martes 17 de mayo de 2011, 08:40h
    Dicen en algunas tribus de África que cuando se muere un anciano es como si se incendiase una biblioteca, porque con él se va la memoria de muchas historias vividas y compartidas.     ¿Y qué ocurre cuando una persona contrae la enfermedad de Alzheimer, y sus vivencias se borran, y sus recuerdos saltan por los aires, y su experiencia se apaga como una vela mortecina frente a los manotazos del viento?  Se calcula que, desde ahora mismo hasta el año 2050, unos cien millones de personas podrían perder sus recuerdos, su memoria, la conciencia y la consciencia de sí mismos, afectados por ese mal, por el Alzheimer, que también es un incendio en el archivo mental en que se guarda el pasado.     Para afrontar este desafío, ayer, bajo la presidencia de la Reina Doña Sofía, un grupo de responsables de medios de comunicación hemos firmado un acuerdo para una campaña de sensibilización llamada “Banco de Recuerdos”. El objetivo es concienciar a la sociedad en la lucha contra el Alzheimer, algo que pasa por el fomento de la investigación científica y por el desarrollo de unas pautas de tratamiento a manos de los expertos. Y también pasa por la creación de un “espacio virtual” para guardar  y tutelar los recuerdos de gentes anónimas, de rostros conocidos, de personas en la primera fase de la enfermedad, y antes de que la tala del bosque de su pasado sea irreversible.      La iniciativa está abierta a todos: a quienes quieran encomendar al “Banco de Recuerdos” sus episodios más entrañables del ayer, a través de una foto, de un vídeo, de una grabación sonora, de una carta. El espíritu de la iniciativa se basa en que “somos lo que fuimos”, “somos lo que recordamos”, la memoria nos constituye, y no sólo de barro está hecho el ser humano. Se trata, en fin, de demostrar que en las cajas fuertes o cajas de seguridad de la sociedad se guarda algo más, mucho más que monedas o joyas o valores materiales.      Y a partir de esta verdadera y simbólica custodia del pasado, edificamos un reconocimiento a lo que significan las fotos amarillas de los recuerdos, las voces que sobreviven a las gargantas derrotadas, las emociones que al ser compartidas se entregan a las generaciones venideras, los paisajes y los olores y los colores de la infancia guardados cuidadosamente.     Y los intereses materiales y morales de ese revolucionario y mágico “Banco de la Memoria” se invertirán en ciencia y en investigación para que esa misma memoria no se apague. Se trata, en fin, de poner un dique, un espigón, una muralla para parar las aguas del olvido. > Escuche las columnas de Luis el Olmo en vídeo:
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