Rafael Cerro brindó su primer bicorne a su apoderado Ortega Cano
San Isidro. Variado toreo de capote y poco más en la última novillada
lunes 30 de mayo de 2011, 22:11h
La última novillada fue la peor, y las ilusiones de los coletudos no pasaron del primero o segundo tercio con la diversidad capotera -¡bienvenida!- que aportaron incluso compitiendo en quites variados. Pero la falta de casta y fuerza de los 'ventorrillo' impidieron otra cosa que detalles con la franela siempre sin macizar, sin que los espadas estuvieran exentos de parte de culpa.
Novillos de EL VENTORRILLO, bien presentados en general, aunque desiguales, variados de capas, mansos -6º, encastado-, nobles -excepto 1º, con peligro- y flojos. DIEGO SILVETI: palmas; silencio tras dos avisos. VÍCTOR BARRIO: ovación y saludos tras petición; silencio tras aviso. RAFAEL CERRO: ovación y saludos tras aviso; palmas. Plaza de Las Ventas, 30 de mayo. 21ª de feria. Tres cuartos largos de entrada.
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El que no se conforma es porque no quiere. Aunque había ilusión entre la parroquia por esta tercera y última novillada, tras los buenos espectáculos que ofrecieron las anteriores, el festejo no alcanzó tal nivel, porque el encierro de El Ventorrillo, tan blandito y 'nobilito', no aportó la emoción de los de Flor de Jara o El Montecillo, lidiados los lunes 16 y 23, respectivamente.
Aunque tampoco es cuestión baladí ni despreciable el contemplar la variedad de suertes con el percal -tan descuidado en las corridas generalmente- de Diego Silveti, Víctor Barrio y Rafael Cerro (en la foto). Además de veroniquear los tres con desigual fortuna, el mexicano, de sonoro apellido continuador de tres generaciones de toreros, con unas vistosas gaoneras en el cuarto, a las que respondió Barrio con ajustadas chicuelinas.
Éste, con largas cambiadas de rodillas en los de su lote, nuevas chicuelinas y un galleo de frente por detrás al quinto. Y el extremeño con unas poco habituales saltilleras al segundo de salida y luego con templados delantales a los que respondió en similar suerte Silveti.
Ya con la muleta ninguno cuajó, por diversas razones, aunque con el denominador común del exceso de nobleza pajuna que junto a su flojera restaban emoción a un trasteo que tampoco alcanzó la variedad y disposición que lucieron con el capote los chavales. Con dos excepciones: el que abrió festejo, un abanto que iba al bulto al que hizo frente con valor el mexicano.
Y el sexto, que aportó casta permitiendo al pupilo de Ortega Cano -a quien brindó su primer enemigo a través de las cámaras y micrófonos televisivos-. algunas series por ambos pitones en que mostró buenas maneras 'orteguianas' pero también sin cargar la suerte y acusando lo poco placeado que está, ya que acaba de debutar con picadores hace un par de meses.
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