La madre de Sandra Palo, la joven raptada, violada y asesinada salvajemente lloraba sin consuelo el otro día porque no había podido ver el rostro de uno de los asesinos de su hija, cuando éste salió en libertad vigilada tras cumplir los cuatro años de internamiento a los que fué condenado. "Queria verle la cara y soltar todo la rabia y el odio que he acumulado en estos cuatro años", señalaba sin poder contener su impotencia. Rafita, el asesino de su hija, tenía 14 años cuando en compañía de otros tres amigos cometió un crimen repugnante, sádico y cruel. Fue condenado a cumplir cuatro años en un centro de internamiento -que se han cumplido ahora- y otros tres en libertad vigilada. Otro de sus compinches que era mayor de edad cuando llevaron a cabo su orgia de sangre, dolor y fuego fue sentenciado a 64 años de prisión.
A Rafita se le aplicó en su momento la máxima pena que preveía la ley del Menor para niños de 14 años y aunque ésta posteriormente ha sido reformada en dos ocasiones, en la actualidad los delitos cometidos entre los 14 y los 15 años solo pueden ser castigados a un máximo de seis años de internamiento. Este asunto ha vuelto a reabrir la polémica sobre la necesidad de reformar de nuevo la ley del menor y que se puedan endurecer las penas para aquellos casos excepcionales donde un niño cometa crímenes tan abominables como el de Sandra, sea reincidente o siga siendo peligroso. Incluso se han alzado voces pidiendo el internamiento de los menores en centros penitenciarios ordinarios cuando cumplan los 18 años, pero el asunto es peliagudo y tiene una difícil respuesta si creemos en el valor de la reinsercción social previsto en la Constitución.
Soy mujer y madre de una niña adolescente por lo que se me encoge el corazón y se me hace un nudo en la gargarta solo de pensar en el calvario que vivió esa niña quien tras ser violada y vejada de mil maneras fue quemada viva y atropellada varias veces antes de que sus verdugos la liquidaran por completo. Solo unas mentes malvadas, crueles, sin escrúpulos y con un profundo desprecio a la dignidad y a la vida de un ser humano son capaces de llevar a cabo un acto así. Entiendo y me solidarizo completamente con el dolor y la rabia de una madre, Maria del Mar, que ve injusta la sentencia y tiene una sensación de impunidad cuando ve salir al asesino de su hija tras cuatro años de internamiento.
Dicen los psicólogos y los psiquiatras que el mal también anida en los niños por mucho que nos cueste digerirlo, que hay pequeños psicópatas que ejecutan con frialdad actos terribles y no muestran el mínimo arrepentimiento como, al parecer, es el caso de Rafita pero desde luego lo que esta claro es que si un joven de 18 años es internado en una cárcel con presos comunes se le condena a ser delincuente el resto de su vida. Es posible que en estos casos excepcionales se puedan aplicar medidas también excepcionales como ampliar su internamiento hasta que se pueda certificar su rehabilitación, pero cualquier iniciativa que se tome al respecto ha de tener muy en cuenta que estamos hablando de niños y que aunque puedan distinguir perfectamente el bien del mal, merecen la oportunidad de ser rehabilitados por terribles y repugnantes que hayan sido sus acciones y por mucho que nos cueste digerir que las penas en ocasiones no son ni justas ni proporcionadas y desde luego en este caso no lo han sido.