www.diariocritico.com
Hatshepsut, la faraona reivindicada

Hatshepsut, la faraona reivindicada

domingo 01 de julio de 2007, 00:46h
Oí de la recién resucitada faraona Hatshepsut cuando hace dos años escribía mi libro sobre mujeres que gobiernan países, a raíz de la inminente ascensión de Michelle Bachelet a la Presidencia de nuestro país. (ver: Señora Presidenta, mujeres que gobiernan países, por Lidia Baltra, Editorial Mare Nostrum, Santiago, marzo 2006.)

Entusiasmada con el tema de la mujer y el poder, quise conocer cómo había sido en la Historia este camino de las mujeres para llegar al máximo puesto de servicio público, y al remontarme en 4 mil años, me encontré en el Antiguo Egipto con un caso de temprana discriminación: los faraones borraron del mapa a la primera y única faraona que los gobernó durante veinte años bajo la dinastía XVIII (15 siglos AC). El hecho aparece consignado en mi libro como un ejemplo de las dificultades de las mujeres para acceder a puestos de poder.

Hasta que hace un par de días el más importante egiptólogo, Zahi Hawas, tras exámenes de ADN sobre un diente recién encontrado y una antigua momia NN abandonada en el Museo de El Cairo, anuncia el descubrimiento de los restos de Hatshepsut, la primera faraona mujer.  Todos los esfuerzos por hacerla desaparecer de la historia quedaron anulados…  más de dos mil años después.

Este mismo científico afirma que en el Antiguo Egipto las mujeres gozaron de muchos de los derechos que hoy a partir del siglo XX reclamamos: a tener propiedades, a separarse de sus maridos, a gobernar. Pero claro, entonces eso valía únicamente para la realeza.

La concepción religiosa egipcia dictaminaba un equilibrio cósmico entre dioses y diosas, y de ahí surgieron  las “esposas divinas” del dios Amón. En una sociedad donde el poder tenía origen divino, las mujeres de la nobleza que lograban tal categoría, gozaban de gran poder y a veces incluso más que el faraón. Una de ellas fue Hatshepsut,  quien pasó a regentar el reinado de su entenao, el niño Tutmosis III, pero al darse cuenta de su inexperiencia e incompetencia decidió que su condición de “esposa divina” le daba fuerza y legitimidad para autoproclamarse faraona. Y como tal gobernó Egipto durante 20 años, en uno de sus períodos de mayor gloria; según los expertos, lo hizo con gran eficiencia, pues reinó la paz como nunca antes y dejó el país en un buen estado económico. Siglos después, otros faraones, temerosos de que otras “esposas divinas” quisieran repetir esta situación, con peligro para sus herederos, se empeñaron en borrar todo vestigio de Hatshepsut.

Indagando qué otras mujeres egipcias habían detentado poder, aparte de ésta y de Cleopatra, me encontré con Nefertiti, la esposa del faraón Akenatón.  Este cambió la religión al monoteísmo para así aumentar su grandeza, pero, al igual que Perón con Evita, quiso compartir su gobierno con Nefertiti, él en calidad de dios y ella, de diosa. Dicen que Nefertiti tuvo gran influencia en su reinado, pero sólo ella presidía los rituales sagrados, lo que era como codearse con el poder supremo mismo.

Posteriormente, Ramsés II, que al inicio era sólo un guerrero y necesitaba una dosis de realeza, desposó a la bella Nefertari por su calidad de “esposa divina”. Nefertari, famosa por su belleza y precursora del maquillaje y la cosmética modernos,  también gozó de gran influencia y era considerada una igual al faraón, al punto que el Gran Ramsés colocó su estatua - de su misma estatura de 9 metros- , a su lado a la entrada del templo de Abu Simbel, que le dedicó. Pero en fin, ambas, Nefertiti y Nefertari, mostraban su poder en lo religioso más que en lo político, o cuando más, co-gobernaron.

Más adelante, en un período de decadencia de los faraones y tras la invasión de los nubios, hay registros de reinas nubias en el sur de Egipto, que se dice “gobernaron como reinas”. Pero no hay muchos datos de ellas y en cambio sí  sabemos mucho de Cleopatra, quien gobernó en el siglo I AC y, al igual que Hatshepsut, también destronó al rey, su hermano-esposo niño, pero esta vez con el apoyo de Julio César y más tarde, de Marco Antonio. Aún cuando contó con el respaldo de esos líderes políticos varones, los más importantes de su tiempo, y usó la seducción para conseguir sus fines, dicen que Cleopatra fue una faraona, además de  bella, capaz y una estadista brillante.

Pero si así fue, no hizo más que seguir la tradición de su antecesora, la primera faraona Hatshepsut, quien, obesa y sin dientes, gobernó sabiamente sin ninguno de estos apoyos y ha sido hasta hoy injustamente maltratada por la Historia.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios