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Pistoletazo de salida

miércoles 04 de julio de 2007, 13:38h
   Mariano Rajoy disponía de cinco minutos para contestar a la réplica del Presidente Zapatero, en el mal llamado turno de dúplica; pues bien, apenas utilizó tres. Y lo hizo para insistir en el tema  que fue la base de su estrategia en el debate: el fallido proceso para el fin de la violencia y las supuestas mentiras de Zapatero, para cuyo desmentido no bastaba la palabra del Presidente, exigió una y otra vez, como única prueba, la presentación ante la Cámara de las actas de las reuniones con ETA. La brevedad de esta intervención, la penúltima, fue muy significativa. Al lider de la oposición sólo le interesaba ETA como elemento de confrontación, sobraba tiempo.

   Una sutil pasada por la economía, cuya bonanza aceptó pero apuntándosela poco más o menos que a la inercia, referencias discretas, siempre negativas, a la totalidad de las acciones del Gobierno, una recriminación clara sobre la actitud de Zapatero ante el atentado del Líbano y ETA y ETA y ETA... Como siempre con un tono tremendamente duro, crispado e insultante (Zapatero lo calificó de "faltón"). Mariano Rajoy perdió la gran oportunidad de presentarse ante la ciudadanía como un hombre de Estado, sobre todo porque sabía  muy bien que ésta era una de sus últimas oportunidades de hacerlo. Necesitaba como agua de mayo no sólo salir triunfante sino, sobre todo, convencer a los electores de que era la auténtica alternativa. Y no lo logró.

   Ambos, Zapatero y Rajoy, afrontaron el debate -al menos en su primera parte- como un mitin de inicio de campaña. Pero mientras Zapatero trató de construir un discurso positivo, cargado de logros y falto de autocrítica -era su papel de defensor de lo realizado-   Rajoy hizo un discurso durísimo y zafiamente destructivo, que sobrepasaba el de su papel de oposición para darse de bruces contra el muro de la demagogia. Hubo en sus intervenciones un algo de desesperación, esa necesidad imperiosa de ganar, que le llevó a cometer errores: acusar, por ejemplo, al presidente de sacar el tema de Irak cuando Zapatero no lo había mencionado, con lo que le dio una baza no prevista en su guión. O atacar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que demostró no haberse leído, y que obligó a su bancada a buscar a toda prisa en el libro de texto, sin lograrlo, una línea inconstitucional o que hiciera catequesis socialista, o utilizar el lapsus de Zapatero cuando llamó "accidente" al atentado de la T4, sin recordar que él mismo cometió hace escasos días un lapsus peor al llamar a ETA "una gran nación".

   No estuvo fino, ni siquiera en su dialéctica, Mariano Rajoy. No se le vio fluido en su fiereza. Estuvo falto de ese verbo ácido pero chispeante de otras veces. ¿Trató de insultar al presidente llamándole subsecretario? En cambio Zapatero se desenvolvió con muchísima mas destreza que en otros debates. Dejó su habitual actitud defensiva para pasar a un ataque bien estructurado. Y se le entendió todo. Bien es cierto que quien se examinaba era Zaparero y no Rajoy, y por tanto era a Zapatero a quien se le pedían cuentas. Pero el de ayer, más que un clásico Debate sobre el estado de la Nación, era un pistoletazo de salida.

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