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De acusadores a defensores

jueves 05 de julio de 2007, 08:26h

El juicio del 11-M está visto para sentencia. Han sido 57 sesiones en las que se ha demostrado la solidez de las instituciones, pero también la fragilidad de la conciencia ciudadana, que no se ha opuesto a la acusación particular en su pretensión de exculpar a los inculpados. Un caso insólito en el Derecho español.

Los abogados de la acusación particular de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), personados voluntariamente en el juicio, han dedicado todas sus fuerzas en arrojar dudas y descalificaciones sobre los trabajos del juez instructor y de los fiscales y sobre las investigaciones de la policía. No fueron al juicio para aportar datos ni para defender a las víctimas, sino para mantener la absurda “conspiranoia” de que ETA es la culpable y, sin embargo, no está en el banquillo.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo no quiere saber la verdad. Es y ha sido un barco fletado por el Partido Popular (PP), empeñado, desde el 11-M, en convencer a los españoles –ellos saben que fue Al Qaeda- de que fueron terroristas vascos los organizadores de la matanza. Y es que la derecha española sigue creyendo que si el atentado de Atocha de 2004 lo hubiera perpetrado ETA, el PP habría ganado las pasadas elecciones. Pero no fue así, como se ha demostrado en el juicio, aunque mantenella y no enmendalla siga siendo el lema, seguido al pie de la letra por los abogados de la AVT, que han obedecido la consigna y se han comportado como abogados defensores de los inculpados.

En este juicio ha habido, pues, una distorsión de la figura de la acusación particular, prevista en nuestro ordenamiento jurídico para que los ciudadanos que lo deseen puedan aportar pruebas. No han aportado más que confusión y yo, personalmente, he echado de menos más voces autorizadas protestando y denunciando la manipulación: por ejemplo, los colegios profesionales de abogados, las asociaciones de Derechos Humanos, las asociaciones de jueces y fiscales...

A los partidarios de la teoría de la conspiración se les ha dejado el terreno de la opinión pública más despejado de lo deseable en una democracia madura y, desgraciadamente, no se han estrellado contra el sólido muro de la conciencia ciudadana, las mentiras de su “defensa”, su empeño en arrojar dudas sobre el aparato judicial y policial y, en definitiva, su comportamiento torticero. El consuelo que nos queda es haber comprobado la seguridad y la solidez de nuestras instituciones que, día a día, han ido desmontando, con imparcialidad y eficacia, los disparates de tirios y troyanos.

Con todo, es un importante consuelo porque al menos en España ha habido un juicio con todas las garantías y se han sentado en el banquillo los presuntos terroristas islámicos. En Estados Unidos, tras el horrible atentado de las Torres Gemelas y el Pentágono, lo único que se detectaron fueron las bases terroristas en Afganistán e Irak. No fueron capaces de detener a ninguno de los terroristas que actuaron en su territorio. La “eficacia” del sistema se ha comprobado en la declaración de una terrible y duradera guerra en Irak y en el mantenimiento del vergonzoso Guantánamo.

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