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Hasta que no vote nadie

jueves 05 de julio de 2007, 12:24h
   El debate sobre el estado de la nación se importó a España hace años de otros parlamentos democráticos en los que se celebra a primeros del curso político para que el Gobierno explique sus proyectos y la oposición pueda criticarlos antes de que se lleven a cabo. Pero como esto no gusta a los Ejecutivos, que son los que disponen de la mayoría para convocar los debates en las Cortes, la fecha se ha ido posponiendo en el calendario, año a año, hasta llegar al presente, un absurdo enfrentamiento político cuando media España anda de vacaciones y el resto de terrazas y piscinas.

   ¿Se imaginan que el partido de fútbol más importante de la temporada se programara para coincidir con el momento en el que menos espectadores estuvieran dispuestos a presenciarlo? ¿A que de esa forma sólo se conseguiría que disminuyera el número de aficionados? Lo mismo se está haciendo con la política desde las esferas del poder: como Zapatero teme que mucha gente le vea mientras Rajoy le planta cara, el debate sobre el estado de la nación se pospone hasta entrado el mes de julio, uno de los momentos de menor consumo de televisión, cuando la gente está de vacaciones o en la calle y, como todo el mundo adulto sabe, el mando a distancia en posesión de niños y jóvenes que sólo lo dejan usar para ver dibujos animados o jugar con la play.

   Los datos de audiencias registrados durante estos días por los canales que han ofrecido el debate lo confirman: nunca una sesión parlamentaria de este tipo cosechó tan poco interés. Luego, cuando llega la hora de ir a votar, los políticos en general y el Partido Socialista en particular se lamentan del alto grado de abstención que está empezando a considerarse endémico en España, en especial, y no por casualidad, en regiones donde se han realizado convocatorias para aprobar referéndum sobre nuevos Estatutos de Autonomía que a nadie interesan. El que la política discurra por un lado y la vida cotidiana de los españoles por otro es malo para ellos los políticos, pero sobre todo pésimo para el estado de la democracia y el porvenir de los ciudadanos.

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