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¿Estamos locos o qué?

Vivir el Ramadán

Vivir el Ramadán

lunes 08 de agosto de 2011, 14:04h
Llevo unos años viniendo en verano a Marruecos. En concreto a la zona norte del país, a un pueblecito costero llamado Asilah. Puedo decir que después de todo este tiempo ya me he acostumbrado a sus costumbres, a su forma particularísima de hablar (parece que están siempre enfadados porque chillan mucho y gesticulan sin parar) a su amabilidad con el que viene de fuera, a lo cariñosos y sonriente que es en general el marroquí. Incluso, hasta he aprendido con ellos a rebajar el ritmo porque, al menos aquí, el marroquí se toma las cosas con calma y va despacio... por mucho que uno tenga prisa. Sin embargo nunca hasta ahora había coincidido mi estancia en Ramadán. Mi primer comentario sobre lo que estoy viendo es que estoy entre admirada y soprendida por ver cómo es cierto que sí hacen el ayuno desde que sale el sol hasta su ocaso. Obviamente no puedo entar en las casas de cada uno y comprobar si realmente lo hacen pero veo las calles, veo a las gentes trabajar, incluso en la casa donde siempre me alojo hay dos personas que hacen las tareas domésticas y veo que sí cumplen con el ayuno. Supongo que habrá quién no lo haga. Todo un pueblo no puede ser "perfecto" pero sí me sorprende la determinación de todos a una, como si fuesen Fuenteovejuna. Como persona criada en la tradición cristiana estoy más que acostumbrada a ver cómo los católicos se reparten la tarta entre muy practicantes, poco o nada. Lo mismo sucede con los judíos pero no así con los musulmanes. "El Ramadán se hace sí o sí y de lo contrario no eres musulmán" me contestó una joven de 21 años el otro día cuando le pregunté qué pasaba si te negabas a hacerlo. Por supuesto pocas opciones te quedan de no hacerlo si estás en un país de tradición musulmana, te pueden denunciar y castigar por ello. En cuanto a la permisividad hacia los turistas existen contradicciones (esto de disimular en las religiones siempre me ha encantado y veo que en eso sí son idénticas las tres monoteístas) De un lado no se puede vender alcohol. O al menos en teoría. El otro día en Tánger descubrimos un súper dónde sí se dispensa alcohol, eso sí, la estantería que aloja los cientos de botellas está convenientemente tapada con una sábana blanca. El Marjane (un hipermercado) tiene una zona para vender vino, cervezas y alcoholes más fuertes. Está en una esquina de la superficie comercial, es más, tiene su propia caja y salida a la calle. Es una forma cuca de decir, el pecado lo permitimos porque no nos queda más remedio (por supuesto sólo a los infieles) pero lo escondemos tapándonos un ojo y mirando hacia otro lado. Sin embargo tres días antes esa zona del pecado se cerró con una fuerte verja metálica y delante de la misma colocaron estanterías de ricos zumos de frutas. "Hemos tapado la vergüenza en días de rezo y reflexión" faltaba que pusieran. Los turistas podemos beber alcohol en los restaurantes y ojo, no en todos porque en una simple cafetería no hay alcohol. Ni en el mes de Ramadán ni nunca. Ahora podemos seguir bebiendo pero no fuera, sentada en uan terraza, sino dentro, dónde los ojos de los fieles no puedan ser contaminados por nuestros actos. Afortunadamente para nosotros se puede fumar dentro. De lo contrario habría que escoger, si estás fuera no bebes, si estás dentro, bebes, pero no fumas...mejor no doy ideas. En cualquier caso, contradicciones aparte que veo que son inherentes al ser humano independientemente de cuañ sea su religión, admiro profundamente esa determinación colectiva de millones de musulmanes en el planeta. No imagino a todos los españoles haciendo semejante sacrificio sólo por una idea que va más allá de lo terrenal. En este sentido son admirables y da para reflexionar un buen rato...
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