martes 17 de julio de 2007, 16:19h
Para el final quedó la asignatura de las tres grandes que dejaron tras de sí las elecciones municipales: los gobiernos balear y canario y el de la autonomía Navarra. Cada uno de ellos ha tenido una evolución distinta, y posiblemente distinta a la que en el primer momento parecía imaginable: Fernando López Aguilar no es el presidente canario, ni lo es ya Jaume Matas en Baleares, y está por deshojar la parte final de la margarita Navarra, que ha dado ocasión a toda suerte de especulaciones y posibilidades.
Al final, se ha llegado a la hora de los compromisos con 'casi todo abierto', y después de ir tachando y descartando las múltiples y variadas posibilidades inicialmente contempladas. La aritmética de los resultados electorales más los compromisos políticos arrojarán, finalmente, un resultado que podrá satisfacer poco o nada, pero que no deja de ser expresivo de esos resultados de las urnas y de las complicadísimas consideraciones políticas a las que hubiera abierto paso cualquier otra combinación o novedad más o menos 'revolucionaria'.
No hay duda de que desde el Gobierno de la Nación y desde el PSOE se han estado sopesando de manera permanente las eventualidades posibles y sus efectos: El 'cambio de pareja' que pudiera producirse en Navarra no hay duda de que pudiera tener importantes efectos en la política nacional, por más que el relevo del personaje Miguel Sanz fuera solicitado incluso por los suyos -recuérdese la muy sorprendente iniciativa de Esperanza Aguirre, saliéndose de su campo habitual de iniciativa y de actuación. Casi todos creían que la actuación de Sanz durante el último año, en permanente desgaste de los socialistas, lo invalidaba para formalizar algún acuerdo con la gente del socialista navarro Fernando Puras, que por cierto, también parece haber tenido dificultades insalvables para proceder a la 'revolución' que pudo haberse proyectado, el acuerdo de los socialistas con Nafarroa Bai, y que finalmente quedó descartado.
De manera que el test navarro y su solución definitiva es probable que deba esperar a tiempos futuros, aunque cada personaje haya quedado, esta vez, determinado y dibujado por sus propios actos y por la variedad de ofertas efectuadas con la exclusiva condición de sucederse a sí mismo y de evitar que terminaran de prosperar las opciones que los votos no terminaron de resolver. En todo caso, parece evidente incluso para sus propios socios del PP, que Miguel Sanz es hombre quemado y necesitado de recambio, por más que las interminables consultas de los dos últimos meses hayan llegado, finalmente, al punto del comienzo: Sanz, decidido a sucederse a sí mismo pactando incluso con sus más enconados adversarios, acusados permanentemente de querer desnaturalizar, destruir, desfigurar, Navarra.