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Elegidos y herederos

Elegidos y herederos

domingo 22 de julio de 2007, 18:48h
La sucesión de los grandes líderes políticos siempre es muy complicada. El poder, como las drogas, produce adicción, y dejarlo, 'mono'. Si doña Elena Salgado no hubiera sido trasladada de Sanidad a Administraciones Públicas en la última remodelación de Zapatero bien podría ser está su próxima 'cruzada': tras el tabaco, el alcohol y la hamburguesa XXL, el poder, porque los 'números uno' de la política son verdaderos adictos al poder. Tanto si deciden ceder voluntariamente el testigo en pleno éxito, como fue el caso (hasta ahora insólito) de Aznar, como si el agotamiento de su proyecto partidario personal - Fraga, Carrillo, Arzalluz - les obliga a cederlo, si se van un minuto antes de que les echen las urnas, como Jordi Pujol, o si lo hacen un minuto después, como Felipe González, les cuesta 'irse' del todo. Hay que 'empujarles'.

   Esto siempre tiene sus trámites, siempre lleva su tiempo, y durante ese tiempo la lucha entre el líder que llega y el que se va es, siempre, 'a muerte'; pero el pronóstico cambia en función de que el sucesor sea un 'elegido' o un 'heredero'. Cuando el relevo se produce 'por elección', como en el caso de Zapatero, el sucesor sale mejor preparado psicológicamente para dar y ganar esa batalla y ésta es menos traumática y más corta ya que el 'elegido' tiene a todo el partido tras él, la 'autoritas' y la 'potestas': la legitimidad de las urnas. Cuando en vez de las urnas quien le elige es 'un dedo', sin embargo, que es lo más frecuente en nuestro país aunque las 'designaciones' se maquillen después en un Congreso partidario,  el pronóstico empeora para el aspirante porque entra en batalla muy mermado tanto política como psicológicamente.

   Para que su 'benefactor' no le devore como Saturno a sus hijos (y por la misma razón que el dios griego devoró a sus propios hijos: por miedo a que le arrebatasen el poder), el 'heredero' está obligado a tumbar personalmente en la lona al 'dedo que le nombró'. Al líder al que debe el puesto. En la cúspide de la pirámide partidaria solo hay sitio para un líder máximo, no puede haber dos. Pero -en unos casos más que en otros, como he tratado de explicar- el carácter patrimonialista y casi patriarcal de los partidos políticos españoles no facilita precisamente la tarea de 'matar al padre'. A Aznar le costó lo suyo librarse de la sombra de Fraga, Almunia no logró sobrevivir a la de Felipe ni Gerardo Iglesias a la de Carrillo, Más sigue braceando contra la de Pujol, Imaz parecía que sí pero ya veremos si finalmente no le arrolla el recuerdo de Arzalluz, y por cerrar este pequeño circulo con una nota de actualidad: ¿conseguirá Rajoy llegar a la cumbre con la mochila de piedras que lleva a la espalda y que le recarga cada día Aznar?

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