Una multa por pecar

Preocupados aquí por los temas de todos los días – el proceso, la corrupción, la falta de diálogo y, por supuesto el empeño del gobierno por hacer de este estado aconfesional una sociedad laica y alejada de los valores religiosos y morales que  defiende la iglesia católica -  se echa en falta en los medios de comunicación noticias  que propongan soluciones para que “las cosas” vayan por el buen camino. Menos mal que en otros países, aparentemente más retrasados en la modernidad que impera en nuestro entorno político y social, hay quienes imaginan soluciones para que los fieles paguen en vida sus pecados por si en la otra no se los cobran.
Uno que sabe idiomas – es decir yo – ha leído en el periódico rumano Evenimentul Zilei, la noticia de que el sacerdote de aquel país Petrica Bratu, impone una tasa de fornicación a los novios que viven en pecado como condición previa a poder casarlos. El sacerdote encontró la idea buscando en el archivo de la parroquia, donde hace más de un siglo estaba consignado que los que no frecuentaban la Casa del Señor, no confesaban sus pecados o vivían en pecado, tenían que pagar un impuesto.
El valor de la "tasa de fornicación" puede variar entre 15 euros para casos menos graves y 100 euros, si la novia es llevada al altar embarazada o con el niño en brazos.
Esto vale para Rumanía donde, al parecer,  las relaciones sexuales prematrimoniales deben estar mal vistas, pero como aquí en España el arte de la fornicia es un derecho protegido por nuestras leyes ya sea dentro o fuera del matrimonio, no tendría ningún sentido sancionar económicamente esta saludable actividad.
Sin embargo existen otras acepciones al término fornicar que aquí en España tienen un sentido más claro: por ejemplo joder.
Llegados a este punto propongo que se sancione económicamente a quienes nos joden al resto de los ciudadanos, y en ese caso ya me veo descapitalizados a unos cuantos que yo me conozco, y no me refiero solo a los delincuentes de ETA, o a los ladrones y maltratadotes, sino a no pocos políticos que demuestran su escasa profesionalidad a la hora de gestionar los asuntos públicos.
Es solo una idea, pero merecería la pena profundizar en ella.